Si dejamos de vigilar, si permitimos que el mal entre en los corazones, sucumbimos. | |
Un hombre recibió el bautismo, fue a catequesis, hizo la Primera comunión, se casó por la Iglesia. Un buen día, deja a su esposa y a sus hijos, se escapa con el dinero y va a vivir con una amante. Otra persona recibió una buena formación católica hasta la adolescencia. Luego, dejó de lado lo que había aprendido, acogió nuevas ideas, tomó posturas radicales, y terminó en un grupo terrorista donde cometió decenas de asesinatos. Una mujer, de niña y adolescente, se confesaba, comulgaba, rezaba, leía el Evangelio. Pasados los años, se casó. Cuando inició el embarazo de su tercer hijo, fue al hospital para abortarlo. Un gobernante conoció, durante su infancia y juventud, a buenos sacerdotes, leyó libros con sanos contenidos. Pero el poder poco a poco creció en su alma. Un buen día, apoyado por algunos militares que también habían sido católicos, decidió empezar una terrible e injusta guerra contra el país vecino. La lista podría aumentarse hasta el infinito. Porque son muchos, muchísimos, los católicos que un día dejaron de lado el Evangelio y prefirieron vivir bajo la esclavitud de la avaricia, la lujuria, el odio, la envidia, la sed de venganza, el miedo a las presiones del mundo. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué hay tantos católicos que manchan la belleza del mensaje cristiano? El motivo es sencillo: porque si dejamos de vigilar, si permitimos que el mal entre en los corazones, sucumbimos. Por eso vale siempre la invitación de Cristo: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil” (Mc 14,38). Sólo desde Dios es posible conservar fielmente el mensaje recibido del Señor sin que nos perdamos por el camino. “Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos” (Hb 2,1). Los fallos de los cristianos, nos duele reconocerlo, quedan escritos como parte de la historia humana. Frente a aquellos hermanos nuestros que han caído, frente a las propias faltas (no podemos decir que no tenemos pecados sin alejarnos de la verdad, cf. 1Jn 1,8-10), necesitamos renovar la confianza, recurrir con humildad y arrepentimiento al sacramento de la confesión, y abrirnos al gran milagro: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (cf. Rm 5,20). Si de verdad nos dejamos curar por Cristo, si le permitimos entrar a fondo para que limpie las tinieblas de nuestros corazones, podremos amar mucho, porque se nos perdonó mucho (cf. Lc 7,47). Entonces nos convertiremos en miembros vivos y sanos de la Iglesia, regeneradores del mundo, transmisores de esperanza a quienes necesitan encontrar a su lado testigos fieles y buenos de la belleza del Evangelio. Autor: P. Fernando Pascual LC |
lunes, 28 de febrero de 2011
Más allá de los fallos de los cristianos
domingo, 27 de febrero de 2011
Receta para resolver los problemas
Los problemas tienen todos algo en común, y es la forma en que se logra solucionarlos. La receta es la misma, bien sencilla. | |
Desde siempre existen los problemas. El primero que conocemos es el del pobre Adán luego de comerse la manzana. De ahí en adelante tuvo una vida muy, pero muy dura, condenado a ganarse el pan cada día con el sudor de su frente. Y resulta que los problemas son el pan nuestro de cada día. Para muchos el problema es qué ponerse porque tiene mucho de dónde elegir, y para otros es qué ponerse porque apenas tiene la ropa que lleva encima. Los problemas tienen todos algo en común, y es la forma en que se logra solucionarlos. La receta es la misma, bien sencilla. Una anécdota –que estoy seguro muchos ya la conocen-- nos servirá para explicarla: Se cuenta que en el parque de cierto pueblo se hizo necesario tumbar un enorme roble, al que le había caído una extraña plaga que lo convertía en un verdadero peligro público, temiendo se cayera o contagiara a los demás árboles. Se hizo todo lo posible por salvarlo. Los vecinos estaban muy tristes ante su impotencia. No es fácil definir la causa de un problema, y no menos fácil es tomar la decisión de solucionarlo. Una mañana llegaron los obreros con sierras automáticas y hachas. Todos se congregaron en la plaza para presenciar el derrumbe del viejo árbol, excitados ante el inmenso estrépito que produciría su caída. Todos suponían que los hombres empezarían cortando el gigantesco tronco principal por el sitio más pegado al suelo. Pero fue todo lo contrario. Colocaron escaleras y comenzaron podando las ramas más altas. Y así, desde arriba hacia abajo, fueron cortando desde las más pequeñas hasta las más grandes ramas, quedando al final tan sólo el tronco central. Un rato después, aquel poderoso roble se encontraba en el suelo, cuidadosamente cortado a pedazos. El sol cubría esplendoroso el centro del parque. Ya no había sombra: era como si nunca hubiera estado allí, era como si no hubiera tardado más de medio siglo en crecer…. Uno de los obreros explicó que de haber cortado el árbol cerca de la tierra y antes de quitar las ramas, se hubiera vuelto incontrolable, produciendo grandes destrozos en su caída. Es más fácil manejar un árbol cuanto más pequeño se le hace. Aprendamos. Tenemos que podar primero los pequeños obstáculos para ir llegando al tronco principal de nuestras preocupaciones. Quitar primero las ramas una a una. Ocuparnos, no preocuparnos. Reconocer nuestros errores. Tener el valor de enfrentarlos. Establecer las prioridades. Tener claros los objetivos en la vida. Librarnos poco a poco de todo el peso que nos impide trabajar, crecer, disfrutar, vivir. Concluye la anécdota afirmando que no siempre resulta fácil enfrentar nuestros problemas, pero al menos podemos intentarlo mientras vamos poco a poco, con la ayuda del Señor, transformando nuestro miedo, angustia y desesperación, en fortaleza, esperanza y fe. Bendiciones y paz. Autor: Juan Rafael Pacheco |
sábado, 26 de febrero de 2011
¿Quién es María?
María es la Esperanza.
María es la Esperanza de todo hombre, porque Jesús nos la ha entregado como Madre al pie de la Cruz, y desde entonces Ella ejerce su función maternal con cada hijo, especialmente con los más necesitados de su ayuda.
Vivir sin esperanza es la locura, porque es la desesperación que padecen los condenados en el Infierno. Y así estamos muchas veces en este mundo, y son muchos los que viven así, al borde del suicidio y con el vacío en el alma. Es que no han conocido a María ni saben de su existencia. No saben lo bondadosa que es esta Madre.
Si conocieran a María ya no tendrían ninguna desesperación, porque la esperanza les iluminaría el camino, ya que quien tiene devoción a María, vive en la esperanza, sabiendo que esta Virgen fiel no dejará que se pierda ninguno de los que confían en Ella.
En estos tiempos el Señor y su Madre exigen una gran confianza en Ellos. ¿Y qué es la confianza sino una esperanza muy fuerte? Por eso tenemos que acudir a María, poner nuestra esperanza en Ella, que es la Esperanza del pecador y de todo hombre que busca alcanzar la felicidad en este mundo y en el venidero.
No hay pecador tan grande que no pueda poner su esperanza en María, ya que Ella obtiene todo de Dios, y la Virgen le obtendría el perdón al mismo Satanás con tal de que éste se quisiera humillar y arrepentir.
¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
Discreción y modestia de María
Cuando Jesús comenzó a predicar, su Madre se mantuvo alejada, no perturbaba su trabajo, incluso cuando el volvió al cielo, ella no se puso a predicar y enseñar; no se sentó en la silla apostólica; no tomó ningún lugar en el ministerio, se limitó a buscar humildemente a su Hijo en la oración diaria de los Apóstoles.
Después de su muerte y la de los apóstoles, cuando ella se convierte en Reina, y que ocupa un lugar a la derecha de su Hijo, ella no se dirige a los fieles para que hicieran conocer su nombre por los últimos rincones de la Tierra, sino que espera tranquilamente el momento en que su gloria pudiera contribuir a servir a la gloria de su Hijo.
Y cuando se presentan las objeciones en contra de su culto, ella aguarda con paciencia el día en que sus derechos ya no serían discutidos, el tiempo, si Dios lo permite, en que sin ninguna oposición, se le reconocería en medio del júbilo de la Iglesia, la pureza inmaculada de su concepción
Después de su muerte y la de los apóstoles, cuando ella se convierte en Reina, y que ocupa un lugar a la derecha de su Hijo, ella no se dirige a los fieles para que hicieran conocer su nombre por los últimos rincones de la Tierra, sino que espera tranquilamente el momento en que su gloria pudiera contribuir a servir a la gloria de su Hijo.
Y cuando se presentan las objeciones en contra de su culto, ella aguarda con paciencia el día en que sus derechos ya no serían discutidos, el tiempo, si Dios lo permite, en que sin ninguna oposición, se le reconocería en medio del júbilo de la Iglesia, la pureza inmaculada de su concepción
John-Henry Newman (1801-1890)
“Conferencias dirigidas a los protestantes y a los católicos.
Imagen: Internet
viernes, 25 de febrero de 2011
Dar buen consejo al que lo necesita.
Obras de Misericordia
¡Cuánto bien puede hacer un buen consejo! ¡Y cuánto mal puede hacer un mal consejo!
Una de las obras de misericordia espirituales es esta de dar buen consejo al que lo necesita. Y podemos tomar el ejemplo de la Virgen, que dio el Buen Consejo a los servidores de las Bodas de Caná: “Hagan todo lo que Él les diga”.
Así también nosotros debemos aconsejar a nuestros hermanos con las enseñanzas del Evangelio, cuando vemos que lo necesitan y es el momento oportuno.
Dar consejo no es ordenar, sigo sugerir, ponerse en el lugar del otro y, caminando un tiempo con sus zapatos, tratar de aconsejar de la mejor manera posible, especialmente inspirados por el Espíritu Santo que nos dirá la forma y el modo de dar el consejo, ya que Él es quien da la luz que tanto necesitamos para cumplir con esta obra de misericordia.
No tenemos que ser sermoneadores y corregir a todas horas, cansando y desalentando a los hermanos, sino que tenemos que saber ser prudentes y aconsejar cuando la otra persona lo necesita y nosotros estamos capacitados para hacerlo.
Si tenemos buena voluntad, paciencia y amor, Dios hará el resto y nos dará palabras sabias para aconsejar cristianamente.
Jesús, en Vos confío.
APÓSTOLES DE LA MISERICORDIA
jueves, 24 de febrero de 2011
Eucaristía ¡Misterio de luz, Misterio de vida!
Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros! | |
"Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Reunidos ante la Eucaristía, experimentamos con particular intensidad en este momento la verdad de la promesa de Cristo: ¡Él está con nosotros! (...) ¡Misterio de luz! De luz tiene necesidad el corazón del hombre, oprimido por el pecado, a veces desorientado y cansado, probado por sufrimientos de todo tipo. El mundo tiene necesidad de luz, en la búsqueda difícil de una paz que parece lejana al comienzo de un milenio perturbado y humillado por la violencia, el terrorismo y la guerra. ¡La Eucaristía es luz! En la Palabra de Dios constantemente proclamada, en el pan y en el vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, es precisamente Él, el Señor Resucitado, quien abre la mente y el corazón y se deja reconocer, como sucedió a los dos discípulos de Emaús "al partir el pan" (cf Lc 24,25). En este gesto convivial revivimos el sacrificio de la Cruz, experimentamos el amor infinito de Dios y sentimos la llamada a difundir la luz de Cristo entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo. ¡Misterio de vida! ¿Qué aspiración puede ser más grande que la vida? Y sin embargo sobre este anhelo humano universal se ciernen sombras amenazadoras: la sombra de una cultura que niega el respeto de la vida en cada una de sus fases; la sombra de una indiferencia que condena a tantas personas a un destino de hambre y subdesarrollo; la sombra de una búsqueda científica que a veces está al servicio del egoísmo del más fuerte. Queridos hermanos y hermanas: debemos sentirnos interpelados por las necesidades de tantos hermanos. No podemos cerrar el corazón a sus peticiones de ayuda. Y tampoco podemos olvidar que "no sólo de pan vive el hombre" (cf Mt 4,4). Necesitamos el "pan vivo bajado del cielo" ( Jn 6,51). Este pan es Jesús. Alimentarnos de él significa recibir la vida misma de Dios (cf. Jn 10,10), abriéndonos a la lógica del amor y del compartir. (...) Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros! Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche. Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien. Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad. En la Eucaristía te has hecho "remedio de inmortalidad": danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin. Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén. Fragmentos de la homilía con ocasión del comienzo del Año de la Eucaristía el 17 de octubre de 2004 Autor: SS Juan Pablo II Fuente: Catholic.net |
miércoles, 23 de febrero de 2011
La pérdida de la fe en los adolescentes
Es frecuente en colegios donde se imparte formación cristiana que un buen número de alumnos, cuando llega la adolescencia, dejen de practicar su fe. | ||||
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martes, 22 de febrero de 2011
ORACIONES DE DESAGRAVIO
Por tanto que se ofende a Dios, hagamos reparación y desagravio. Pidamos perdón y misericordia.
Acto de desagravio
(Después de cada invocación se responde:
"te rogamos, escúchanos")
"te rogamos, escúchanos")
Señor perdona todos los sacrilegios eucarísticos.
Señor perdona todas las santas comuniones indignamente recibidas.
Señor perdona todas las profanaciones al santísimo sacramento del altar.
Señor perdona todas las irreverencias en la Iglesia.
Señor perdona todas las profanaciones, desprecios y abandono de los sagrarios.
Señor perdona todos los que han abandonado la iglesia.
Señor perdona todo desprecio de los objetos sagrados.
Señor perdona todos los que pasaron a las filas de tus enemigos
Señor perdona todos los pecados del ateismo
Señor perdona todos los insultos a tu santo nombre.
Señor perdona toda la frialdad e indiferencia contra tu amor de redentor
Señor perdona todas las irreverencias y calumnias contra el Santo Padre
Señor perdona todo desprecio de los obispos y sacerdotes.
Señor perdona todo desprecio hacia la santidad de la familia.
Señor perdona todo desprecio a la vida humana.
ACTO DE DESAGRAVIO
DE PÍO XI
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
DE PÍO XI
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
Me lo envió una amiga, gracias Lourdes...
lunes, 21 de febrero de 2011
PEQUEÑECES
Pequeñas piedras pueden construir grandes montañas..
Pequeños pasos pueden cubrir muchas millas...
Pequeños gestos de amor y ternura pueden hacer al mundo feliz...
Un pequeño abrazo puede secar muchas lágrimas..
Una pequeña palabra, AMOR, puede colmarnos de felicidad...
Una pequeña sonrisa, puede transformar el mundo...
Son esas pequeñas cosas las que construyen nuestro mundo...
Cuando pienso en ellas, cálidas imágenes vienen a mi mente.
Pienso en los momentos que compartimos en la red..
intercambiando mensajes que nos alegran el espíritu..
No importa quien los escribió...
Lo más importante es que vienen a mí...
Gracias por compartir esta hermosa amistad...
Gracias por esas Pequeñas Cosas...
Fuente: webcatolicodejavier.org
Saben amigos, cuando comencé con mi blog... me entristecía no tener a nadie quién comentara... y tampoco seguidores... a veces ya no me animaba a seguir, me decía, parece no interesar lo que publico, hasta que apareció uno, y me dijo..."he leído tu mensaje Magda y me ha hecho mucho bien"!... y fue como si se me abriera el cielo, desde ahí no paro jaja...tanto que me animé a 2 blog más Club de niñas Vainillitas, Desde mi casa.
Ésta entrada que me llegó por correo me viene como anillo al dedo, tambien expresa lo que siento hacia ustedes... a todos aquellos que me visitan y muy especialmente para mis seguidores....
De corazón, GRACIAS
Un pequeño esfuerzo y serás santo
Se necesita dejar de ver las cosas desde una visión humana para comenzar a verlas desde la perspectiva de Dios. | ||
Una de mis mayores alegrías consiste en descubrir tantas personas buenas que existen en la vida. Los periódicos y noticieros nos ofrecen noticias poco edificantes y en cambio ¡son tantas las personas que desean el bien y que les es difícil hacer algún mal a otro! Y si en alguna ocasión se descuidan se sienten mal y con deseo de cambiar y reparar la ofensa realizada. Estoy casi seguro que tú eres uno de estos. Debido a la certeza de que la mayoría de los hombres y mujeres son buenos, me impresionó escuchar que lo que el mundo necesita no son personas buenas sino personas santas. Estas palabras no sólo me impresionaron sino que hicieron replantearme mi mismo trabajo: no debo conformarme con ayudar a que las personas sean buenas, debo lograr que sean santas. Pensé que el trabajo sería fácil: ´si ya son buenas - me decía a mí mismo - un pequeño esfuerzo y serán santas. En cambio he descubierto que el pequeño esfuerzo se requiere más bien para dar el salto de ser malo a ser bueno. En cambio, el paso de ser bueno a ser santo es algo más que un pequeño esfuerzo. En efecto, la distinción entre malo y bueno se da en el plano humano, mientras la distinción entre lo bueno y lo santo ocurre en dos planos diversos: el humano y el sobrenatural. Para ser santo se necesita cambiar de perspectiva, dejar de ver las cosas desde una visión humana para comenzar a verlas desde la perspectiva de Dios, se requiere dejar de ser el bueno que yo deseo ser para comenzar a ser el santo que Dios ha pensado de mí. Cristo busca en cada momento el bien de su Iglesia, incluso si ello conlleva dolor y sufrimiento. Buscando lo mejor para la Iglesia no regateó el morir en la cruz y repetir cada día ese mismo sacrificio en la Santa Misa. Además, el Señor, con su poder y sabiduría y movido por el amor concede nuevos carismas y las vocaciones que la Iglesia necesita. Jesús alimenta a su Iglesia por medio de los sacramentos pero dejando una total libertad. Ahí están los sacramentos, para todos, pero no todos lo reciben con la frecuencia que Cristo mismo desearía. Él es paciente, espera, motiva, pero no obliga a ninguno. Jesucristo continuamente perdona las ofensas de los bautizados. De tal modo, que la santidad de la Iglesia no es principalmente fruto de sus propias acciones, sino del amor y perdón de Jesucristo.
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sábado, 19 de febrero de 2011
Con María, y una barca que se aleja
Me tomas de la mano y me conduces a la orilla del lago, justo a tiempo para ver al Maestro y los discípulos subir a una barca y alejarse. | ||
Leo el Evangelio según San Marcos (6,30-34). Lo leo, Madrecita, refugiada en tu Corazón, pues por experiencia he aprendido que es el mejor sitio para escuchar a tu Hijo, para aprender sus enseñanzas y sacar el mayor fruto en mi propia vida. Así pues, mirando tu pequeña imagen de Luján, el corazón se va a aquella casa, donde Jesús está con sus discípulos y “los que iban y venían eran muchos y no les quedaba tiempo ni para comer”… Me acompañas, dulce Madre, me tomas de la mano y me sientas muy cerquita del Maestro, para escuchar su Palabra… Cada palabra, cada mirada de Él, es bálsamo exquisito para mi alma dolorida. En un momento, al ver tanta gente, Jesús les dice a los discípulos: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Se despide de nosotras y se aleja. - ¿Adónde va, Madre? ¿Podemos seguirle? Me tomas de la mano y me conduces a la orilla del lago, justo a tiempo para ver al Maestro y los discípulos subir a una barca y alejarse. Una honda pena me llena el alma. Jesús se aleja… se va… o lo que es peor, no puedo seguirle. Y las olas del lago marcan la distancia con acompasado canto en la orilla. - Madre ¿Qué hago ahora? - Aprende, hija, aprende. Mira las aguas ¿Qué ves? Sin comprenderte aun y sin pensar un poco más allá de lo que tengo a la vista, te digo sorprendida: - Pues… agua, Madre… el agua es… solo agua… - No si la miras con el alma, hija. Vamos, atrévete, te sorprenderás. Y de tu mano dejo a mi alma mirar con sus ojos. Y el agua ya no es agua. Las olas no son olas, sino que son… son todos mis miedos, mis olvidos, mis excusas, mis pecados. Todo lo que no me permite seguir a Jesús por donde va. Y mi alma gime en una pregunta: - Madre ¿Qué hago? ¿Cómo paso por encima de todo esto? ¿Cómo torno en puente estas aguas turbulentas? Me abrazas suavemente y me acaricias el cabello. Siente mi corazón inmensa paz. Siente mi alma que aun no se acabaron los caminos. - No es un puente el único camino para llegar, hija. Además, en la barca se van las herramientas que necesitas para construirlo. No, no puedes hacer un puente. - ¿No hay esperanza, entonces, Madre? - Siempre la hay, querida hija, siempre…Mira a tu alrededor. Allí noto que “les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos” - ¿Rodear el lago, Madre? ¿Ir por tierra siguiendo al que va por las aguas? ¿Cómo llegaré? Es demasiado lejos… no podré, Maria, lo siento… - ¡Vaya, que pronto bajas los brazos! - Es… que conozco mis fuerzas y sé que no podré. - Bien dices, hija. Conoces “tus” fuerzas, pero ¡Te aseguro que desconoces las mías! - No te comprendo, Madre. Y estiras tu mano segura hacia la mía, vacilante. Tu mano es segura, brillante, purísima ¿Cómo negarme a tomarla? Y la aprieto con todas mis fuerzas. - ¿Lista?-me dices sonriente- Prepárate, hija mía, prepara tu alma para el milagro. Y, antes que alguna pregunta turbase tan delicado momento, comienzas a correr por la orilla. Me llevas. Siento los pies ágiles y el corazón liviano. Conoces todos los atajos, todos los secretos del camino. La gente corre a esperar a Jesús y noto que, de tu Mano, voy más rápido. Y compruebo que eres el camino más corto, perfecto, fácil y seguro para llegar a Jesucristo. Estamos a pocos metros de la barca. Jesús nos ve llegar. Tu, espléndida, yo, jadeante, asombrada, feliz… Las demás personas nos miran con asombro pues no comprenden cómo hemos llegado antes que ellos. Recupero el aliento mientras Jesús se nos acerca. Te abraza. Le hablas de mí. El Maestro me mira y se compadece. Las palabras se me han volado… no hacen falta. Él conoce bien cada dolor, cada espina de mi corazón, cada pecado cometido. El Maestro, entonces, se dispone a enseñarnos. Te sientas a mi lado, Madre, y das a mi alma el mejor de los consejos, el que repites a cada devoto tuyo: ”Haz todo lo que Él te diga” El alma se va serenando. Apoyo mi cabeza en tu hombro mientras le escucho. Cuando Jesús hace unos segundos de silencio, tú te apresuras a explicarme lo que no entendí. Ya cae la noche, el sol se ha escondido por completo en la ventana de la parroquia. Ya no estoy sentada a la orilla del lago sino en el banco… pero aún siento Tu Mano entre las mías… Al mirarlas, veo con alegría que aun sostienen el Rosario, rezado antes de Misa… Te había pedido abrazar al Maestro cuando terminase de hablar, pero temí no poder hacerlo por tanta gente que había a su alrededor. Pero recordé tus palabras: “¡Tu no conoces mis fuerzas!”. Y me diste el regalo del abrazo con Jesús. No a la orilla del lago, sino en la Eucaristía. Un abrazo de Corazón a corazón. Un abrazo lleno de palabras, de lágrimas, de caricias, de alivio para el alma. Ahora sé que muchas veces sentiré que Jesús se aleja y unas olas de dolor, de olvido y hasta de pereza intentarán separarme de Él. Sé, Madre, que entonces deberé tomar tu Mano y correr contigo, porque Tú conoces todos los caminos para llegar a Él… todos los atajos, todos los secretos. Amigo mío, amiga mía que lees este sencillo relato. Cuando sientas que las olas del dolor, del olvido, la indiferencia… o cualquier otra, te separe del Maestro, corre con tu corazón a los pies de María. Pídele te dé su Mano para seguir a Jesús. Ella es el camino más corto, fácil, seguro y perfecto para llegar al más ansiado de los destinos: El Corazón de Jesús. Fuente: Catholic.net |
La Madre de Dios solicita nuestra colaboración
Los tiempos modernos estarán dominados por Satanás y en el futuro lo estarán todavía más. El combate contra el Infierno no pueden llevarlo los hombres, incluso los más inteligentes. Sólo la Inmaculada ha recibido de Dios la Promesa de la Victoria sobre el Demonio.
Sin embargo, desde que subió al Cielo, la Madre de Dios solicita nuestra colaboración. Ella está siempre a la búsqueda de almas que se consagren enteramente a Ella para llegar a ser entre sus manos instrumentos efectivos y seguros para inflingirle una derrota a Satanás e instaurar el reino de Dios sobre esta tierra.
San Maximiliano Kolbe.
Fuente:Un minuto con María
Vida de María (XIII): Los años de Nazaret
En Nazaret transcurrió el Señor varios años de vida tranquila y ordinaria.Fueron años de trabajo, oración y vida en familia con María y José.Así lo relata la decimotercera entrega de esta Vida de María
En dos versículos del evangelio se resumen dieciocho años de la vida de Jesús y de María. Años en los que la Sagrada Familia conduce una existencia como la de los demás habitantes de Nazaret, pero repleta de amor. Años decisivos en la epopeya de la Redención, que el Verbo encarnado estaba ya llevando a cabo por medio de la obediencia y del trabajo, en el contexto de una vida ordinaria.
Pronto quedó atrás aquel suceso del Templo, pero las palabras que entonces les dijo Jesús ofrecieron constante tema de meditación a José y a María. Percibieron con nueva claridad el sentido de la vida de Jesús en la tierra, toda volcada al cumplimiento de la misión que el Padre celestial le había confiado. Y, aunque debió de dejar una profunda huella en sus almas, la vida en Nazaret prosiguió como siempre.
Cada jornada traía su propio afán. Las tareas de María eran las propias de un ama de casa: caminatas a la única fuente del pueblo para llenar el cántaro de agua fresca; amasar la harina y llevarla al horno para fabricar el pan de la semana; mantener limpia y agradable la vivienda, sirviéndose quizá también de sencillas flores que daban colorido y aroma al ambiente; hilar la blanda lana y el suave lino, y tejer luego las prendas necesarias; ocuparse de las compras imprescindibles cuando llegaba al pueblo un buhonero pregonando su mercancía... Mil tareas domésticas que María realizaba como las demás mujeres de la aldea, pero con un inmenso amor.
Cuando el Niño era aún pequeño, acompañaría a su Madre en las faenas caseras o en sus desplazamientos por la aldea. A medida que fue creciendo, pasaría más tiempo con José. Durante los años que ahora nos ocupan, comenzaría a ayudarle en su trabajo, que era abundante. El taller de José era como los otros existentes en aquellos tiempos en Palestina. Quizá era el único de Nazaret, un pueblo pequeño. Olía a madera y a limpio. Los trabajos que se realizaban eran los propios del oficio de artesano, como le designa el Evangelio, en el que se hacía un poco de todo: construir una viga, fabricar un armario sencillo, arreglar una mesa o un tejado, pasar la garlopa a una puerta que no encajaba bien... Jesús, primero adolescente y luego joven, aprendió de José a trabajar bien, con cuidado en los detalles, con una sonrisa acogedora para el cliente, cobrando lo justo, aunque dando facilidades de pago a quien pasaba por una temporada de apuros económicos.
La vida de María no llamaba la atención de parientes y vecinos. Ni siquiera su dulzura y su delicadeza, que atraía a todos. Porque eran como el rocío, que da frescor y colorido a los campos, y apenas se llega a ver.
Un día murió José. Jesús había crecido, ya podía hacerse cargo de la casa y cuidar de su Madre. Debieron de llorar María y Jesús al afrontar ese trance, mientras el Santo Patriarca, acompañado muy de cerca por sus dos grandes amores, expiraba en paz. Había cumplido su misión.Con la muerte del Patriarca, la Madre y el Hijo estrecharon aún más su intimidad. ¡Cuántas veces le recordarían en sus charlas a solas, o con otros miembros de la familia, en las largas veladas del invierno, al calor del hogar! E irían desmenuzando tantos detalles de olvido de sí, de servicio a los demás, que constituían el entramado de la vida de José el artesano.
En la tranquila paz de aquella casa, María continuó sus tareas de siempre: cocinar y lavar cacharros; moler y amasar la harina; coser las prendas de Jesús y las suyas propias; recibir con un gesto amable a las personas que acudían a visitarla... Cada vez con más amor, pues tenía cerca, muy cerca, a su lado, a Quien es la Fuente del amor. Sin embargo, su vida no llamaba la atención de parientes y vecinos. Ni siquiera su dulzura y su delicadeza, que atraía a todos y hacía que todos se sintiera a gusto a su lado. Porque eran como el rocío, que da frescor y colorido a los campos, y apenas se llega a ver.
Y mientras Jesús crecía y trabajaba, la Virgen guardaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 51), ponderándolas y meditándolas, haciendo de cada una ocasión y tema de su diálogo ininterrumpido con Dios.
J.A. Loarte
Fuente:Opusdei.org
jueves, 17 de febrero de 2011
Dios tiene un Corazón.
Comentario:
Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, y su Corazón es a la vez humano y divino.
¡Qué maravilla que Dios haya querido tener un corazón, para darnos a entender con ello que siente como nosotros, que sufre como nosotros y que ama también como nosotros!
El Corazón de Jesús es la Obra maestra de Dios, porque en Él la Santísima Trinidad ha colocado lo que hay de más precioso. Por eso quien encuentra el Corazón de Cristo, lo ha encontrado todo, ha encontrado el tesoro del que se habla en el Evangelio, y de Él podrá sacar con abundancia todas las gracias y dones que necesite para sí mismo y para los hermanos, especialmente para los seres más queridos.
El Corazón de Jesús es el Corazón de Dios, que sigue latiendo por amor a los hombres, pues Jesús está con su cuerpo glorioso en el Cielo, y por lo tanto su corazón sigue funcionando y amando a la humanidad.
Tengamos una especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que en Él están las fuentes de agua viva, y dentro de Él hay un refugio para cada uno de nosotros, especialmente los pecadores, que necesitamos saber que Dios nos ama a pesar de nuestros errores, y nada más mirar ese Corazón divino para sentirnos confiados y acercarnos a Dios para buscar su perdón.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
El Corazón de Jesús en el Evangelio
Dios tiene un Corazón.
Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. (Mt 1, 1)
Obs: Página nuevita de paquete.... SACRATISIMO CORAZON
http://www.sacratisimocorazon.com.ar/index.htmEl vaso lleno
Dios nos llena, pero para renovar esta experiencia hay que darlo a los demás. Autor: David Delgadillo | Fuente: Virtudes y Valores | |
Sólo se puede llenar un vaso si está boca arriba. Se vacía cuando se bebe de él o cuando se ha derramado. Lo mismo ocurre con la vida del hombre: sólo se llena si “mira hacia arriba”, si vive con fe. Es absurdo querer llenar un vaso que no está boca arriba; si lo intento se vaciará de nuevo. Esto sucede cuando buscamos los bienes de este mundo: las riquezas, los placeres, el ser tenido en cuenta por los demás; todo esto pasa. La fama de un futbolista estrella dura mientras todavía es joven o hasta la llegada de otro mejor; o cuando aumenta su precio como jugador, y su talento deja de brillar, entonces los aficionados se olvidan de él. El placer de unas buenas vacaciones siempre termina, como el dinero que se gasta en ellas; luego de un fin de semana hay que volver a la escuela o al trabajo. La popularidad de algunos depende muchas veces de las modas, de la ropa de tal marca, del coche que conduce, del celular... Lo que entra en el hombre que no mira a Dios lo deja vacío, porque los bienes pasajeros no nos aman como lo hace Dios. Es el hombre que se ama a sí mismo, el vaso que se refleja en su contenido derramado. Es muy grato poder ayudar a otras personas; gustar la satisfacción de ver sonreír a un ser querido, a un amigo, a quien tiene necesidad de nuestro apoyo. Vivir la caridad y el servicio es dar de beber a los que tienen sed, compartiendo aquello que hemos recibido de Dios. Dios nos llena, pero para renovar esta experiencia hay que darlo a los demás. Entonces éste vaciarse se vuelve un momento de gratitud y esperanza en Aquel que se da constantemente, y nos llena una y otra vez. Mirar hacia arriba es ser conscientes de la presencia de alguien superior. Vivir con fe nos permite encontrarnos con la mirada de Dios que nos ama. Sabernos hijos de Dios nos vuelve sencillos y nos permite descubrir sus dones incluso detrás de los momentos difíciles. Encontramos nuestra plenitud, el vaso queda lleno, porque con la fe nuestra vida adquiere sentido; en palabras de santa Teresa: «Sólo Dios basta». ¡Vence el mal con el bien! |
miércoles, 16 de febrero de 2011
De María nunquam satis
Cuando yo era un joven teólogo, antes e incluso durante las sesiones del Concilio, como sucedió y como le sucede todavía hoy a muchos, yo alimentaba algunas reservas sobre algunas fórmulas antiguas, como por ejemplo, la famosa de María nunquam satis - “de María nunca sabremos lo suficiente”- Esta me parecía exagerada.
También tenia dificultad para comprender el verdadero sentido de otra expresión famosa (tan repetida en la Iglesia desde los primeros siglos, cuando después de un memorable debate - el Concilio de Efesio del 431 se había proclamado a María Madre de Dios) que ve a María “victoriosa frente a todas las herejías”.
Hoy, en este periodo de confusión en la que todo tipo de desviaciones heréticas vienen a golpear a la puerta de la fe auténtica, hoy apenas he comprendido que no se trataba de una exageración de devotos, sino de verdades más que nunca válidas
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“El hombre tiende por inercia natural a lo visible, a lo que puede coger con la mano, a lo que puede comprender como propio. Ha de dar un cambio interior para ver cómo descuida su verdadero ser al dejarse llevar por esa inercia natural. Ha de dar un cambio para darse cuenta de lo ciego que es al fiarse solamente de lo que pueden ver sus ojos. Sin este cambio de la existencia, sin oponerse a la inercia natural, no hay fe. Sí, la fe es la conversión en la que el hombre se da cuenta de que va detrás de una ilusión al entregarse a lo visible […] Y porque nuestra inercia natural nos empuja en otra dirección, la fe es un cambio diariamente nuevo; sólo en una conversión prolongada a lo largo de toda nuestra vida podemos percatarnos de lo que significa la frase: yo creo” (Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo, el salto de la fe).
Meditación de hoy
Fuente Catholic.net
También tenia dificultad para comprender el verdadero sentido de otra expresión famosa (tan repetida en la Iglesia desde los primeros siglos, cuando después de un memorable debate - el Concilio de Efesio del 431 se había proclamado a María Madre de Dios) que ve a María “victoriosa frente a todas las herejías”.
Hoy, en este periodo de confusión en la que todo tipo de desviaciones heréticas vienen a golpear a la puerta de la fe auténtica, hoy apenas he comprendido que no se trataba de una exageración de devotos, sino de verdades más que nunca válidas
Cardenal Ratzinger - Entrevistas sobre la Fe
Vittorio Messori - Fayard 1985
Vittorio Messori - Fayard 1985
Fuente: www.mariedenazareth.com
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“El hombre tiende por inercia natural a lo visible, a lo que puede coger con la mano, a lo que puede comprender como propio. Ha de dar un cambio interior para ver cómo descuida su verdadero ser al dejarse llevar por esa inercia natural. Ha de dar un cambio para darse cuenta de lo ciego que es al fiarse solamente de lo que pueden ver sus ojos. Sin este cambio de la existencia, sin oponerse a la inercia natural, no hay fe. Sí, la fe es la conversión en la que el hombre se da cuenta de que va detrás de una ilusión al entregarse a lo visible […] Y porque nuestra inercia natural nos empuja en otra dirección, la fe es un cambio diariamente nuevo; sólo en una conversión prolongada a lo largo de toda nuestra vida podemos percatarnos de lo que significa la frase: yo creo” (Joseph Ratzinger, Introducción al Cristianismo, el salto de la fe).
Meditación de hoy
Fuente Catholic.net
martes, 15 de febrero de 2011
Del Catecismo
1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. ‘Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa’ (Hb 10,23). Este es ‘el Espíritu Santo que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna’ (Tt 3, 6-7).
lunes, 14 de febrero de 2011
Cuando un corazón se convierte
La Iglesia entera, la que vive aquí en la Tierra y la que ya ha cruzado las fronteras de la muerte, vibra de emoción y de alegría.
Cuando un corazón recapacita y abre los ojos ante la maldad del pecado, ante la ingratitud que se produce cuando ofendemos a Dios y a los hermanos.
Cuando un corazón descubre que Dios espera un día sí y otro también el regreso de un hijo que ha perdido el sendero.
Cuando un corazón escucha que hay fiesta grande en los cielos cada vez que un pecador rompe con el mal y vuelve a la casa del Padre.
Cuando un corazón siente un empuje profundo, que viene del mismo Dios, gracias al cual hace un examen de conciencia, denuncia sus pecados, se duele profundamente de ellos y acude a confesarse a una iglesia.
Cuando un corazón se deja lavar de todo pecado por la Sangre de Cristo, se abre a los consejos de la Iglesia, se decide a romper con sus faltas para vivir el Evangelio.
Cuando un corazón se convierte de veras, entonces se produce uno de los milagros más hermosos y más grandes: triunfa el Cordero, vence el Hijo encarnado, se alegra el Padre, es acogido el Espíritu Santo.
La Iglesia entera, la que vive aquí en la Tierra y la que ya ha cruzado las fronteras de la muerte, vibra de emoción y de alegría. Un hijo acaba de decir no al pecado y sí a la gracia. Dios ha vencido, nuevamente, en esa lucha continua y misteriosa entre el mal y el bien, entre la mentira y la verdad, entre el egoísmo y el amor.
Cuando un corazón recapacita y abre los ojos ante la maldad del pecado, ante la ingratitud que se produce cuando ofendemos a Dios y a los hermanos.
Cuando un corazón descubre que Dios espera un día sí y otro también el regreso de un hijo que ha perdido el sendero.
Cuando un corazón escucha que hay fiesta grande en los cielos cada vez que un pecador rompe con el mal y vuelve a la casa del Padre.
Cuando un corazón siente un empuje profundo, que viene del mismo Dios, gracias al cual hace un examen de conciencia, denuncia sus pecados, se duele profundamente de ellos y acude a confesarse a una iglesia.
Cuando un corazón se deja lavar de todo pecado por la Sangre de Cristo, se abre a los consejos de la Iglesia, se decide a romper con sus faltas para vivir el Evangelio.
Cuando un corazón se convierte de veras, entonces se produce uno de los milagros más hermosos y más grandes: triunfa el Cordero, vence el Hijo encarnado, se alegra el Padre, es acogido el Espíritu Santo.
La Iglesia entera, la que vive aquí en la Tierra y la que ya ha cruzado las fronteras de la muerte, vibra de emoción y de alegría. Un hijo acaba de decir no al pecado y sí a la gracia. Dios ha vencido, nuevamente, en esa lucha continua y misteriosa entre el mal y el bien, entre la mentira y la verdad, entre el egoísmo y el amor.
Autor : P. Fernando Pascual LC
Fuente: Catholic.net
¿Qué celebras tú el 14 de febrero?
Hay que rescatar un amor que dure, que resista, que no se rompa con el paso del tiempo. | |
¿Qué celebras tú el 14 de febrero? Hay que rescatar el amor, ese valor maravilloso que existe en el mundo. Rescatar el verdadero amor en tantos noviazgos. Rescatar el auténtico amor en los esposos. Un amor que dure, que resista, que no se rompa con el paso del tiempo. Y digo rescatar, porque se mezcla la perla con el barro, el egoísmo con el más puro amor. Y unos se quedan con el barro y otros se quedan con el amor. Por ello, hay que separar el oro del barro, hay que purificarlo. Porque el día que perdamos el amor, el día que no haya amor en la tierra, estaremos totalmente perdidos. Todo depende de la fuente de ese amor, el corazón. Nadie da lo que no tiene. Si el corazón es limpio, si el corazón es puro, si el corazón está sano, el amor que de él proceda será auténtica perla, auténtico amor. Si el corazón está podrido, no podemos pedir que brote de él un amor auténtico sino puro egoísmo. Preguntémonos: ¿Qué clase de amor es el que hay en nuestro corazón? ¿Dónde está el verdadero amor? Que me lleven allí, o me muero. Autor : P. Mariano de Blas LC Fuente: Caholic.net Obs: En nuestro País,hoy se celebra el día de los enamorados, el de la amistad es el 30 de julio. |
domingo, 13 de febrero de 2011
Consumismo.
El hombre es un compuesto de cuerpo y alma, y como tal tiene necesidades materiales y también espirituales. Pero el mundo de hoy pone el acento en lo material y seduce al hombre para que compre y posea cada vez más “cosas”, olvidando aquello que bien dijo Jesús al demonio en el desierto: “El hombre no vive solamente de pan”, es decir, que el hombre no solo debe satisfacer su parte material sino que, sobre todo, debe preocuparse por lo espiritual.
Con la publicidad a todas horas y por todos los medios, tratan de vendernos artículos y artefactos de todo tipo, que prometen la felicidad para todos, y crean la necesidad de tener esas cosas, y nos hacen creer que las necesitamos verdaderamente para ser felices.
Viene bien recordar aquí aquel principio de San Ignacio de Loyola, que dice que todas las cosas deben usarse si nos ayudan a alcanzar a Dios, pero deben dejarse de lado si nos estorban para dicho fin. Y la verdad es que debemos reconocer que muchas de las cosas que nos ofrece el mundo de hoy son un estorbo para alcanzar a Dios, porque sirven para la distracción y la diversión y nos hacen olvidar del Cielo que debemos conquistar con nuestro esfuerzo cotidiano.
Tengamos cuidado porque cualquiera puede caer en estas trampas del consumismo, y arrastrados por esta vorágine, perder el alma en ello.
sábado, 12 de febrero de 2011
Lo cotidiano.
http://www.fotocommunity.es/pc/pc/display/18095506 |
Lo cotidiano es una gran oportunidad para ser santos, porque si esperamos los grandes acontecimientos para demostrar nuestra fidelidad a Dios, tal vez éstos no lleguen nunca y no nos encontremos preparados para ser fieles en esos momentos. En cambio, si somos fieles a Dios en las cosas de todos los días; si hacemos cada vez todo lo que tenemos que hacer, lo que el deber nos dice, lo que Dios nos pide en cada momento, cumpliendo a la perfección nuestro deber de estado, entonces nos iremos santificando, y así seremos fieles en lo poco, en lo pequeño, y ya el Señor dice que quien es fiel en lo poco, también lo será en lo mucho. Como también dice el Señor que quien es infiel en lo poco, en lo cotidiano, también será infiel en lo grande. Entonces vivamos haciendo extraordinariamente bien las cosas ordinarias de todos los días, porque ahí radica la santidad. La santidad no es tener éxtasis ni hacer milagros, sino es cumplir la voluntad de Dios, es hacer lo que a Dios le agrada, es decir, cumplir lo que Dios nos va pidiendo con los acontecimientos de cada momento, haciéndolo todo para agradar a Dios y servir a los hermanos. De este modo, si somos fieles en las cosas pequeñas, tal vez Dios nos encomiende alguna vez una misión importante y estaremos preparados para llevarla a cabo porque estaremos entrenados en la voluntad y en el camino del sacrificio. Porque hay que saber que cumplir bien las cosas de cada momento, de cada día, supone un heroísmo muy grande, y estos nos templa la voluntad para prepararla para cosas grandes, si llegado el caso el Señor nos las pidiera. Y en esto, como en todo, debemos tener presente la vida oculta de Jesús en Nazaret, durante treinta años, y toda la vida de María Santísima, que vivieron lo cotidiano de forma extraordinaria. |
Misterio de la Virginidad de María
Nos muestra el Creador una nueva creación, manifestándose a nosotros sus criaturas. Germinando en un seno sin simiente, lo conservó intacto para que al considerar tal maravilla cantemos aclamándola:
¡Salve, flor incomparable!
¡Salve, corona de la pureza virginal!
¡Salve, rostro refulgente de la Resurrección!
¡Salve, espejo de la vida evangélica!
¡Salve, árbol cuyos frutos luminosos nutren a los fieles!
¡Salve, ramaje frondoso que da su nombre a muchos!
¡Salve, Madre del Guía de los perdidos!
¡Salve, Madre del Redentor de los cautivos!
¡Salve, tranquilidad del justo!
¡Salve, reconciliación de los pecadores!
¡Salve, túnica de la gracia para los desnudos!
¡Salve, ternura que supera todo deseo!
¡Salve, Esposa siempre Virgen!
Mirando este racimo asombroso, nos convertimos en extranjeros de este mundo, poniendo nuestro espíritu en los Cielos. Por eso el Altísimo se manifestó en la tierra como un hombre humilde, para atraer hacia las alturas a todos los que Lo aclaman: ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Himno Acatista a la Madre de Dios
atribuido a Romanos le Mélode (+ 560)
Fuente: www.mariedenazareth.com
Imagen: parroquiadelbuenpastor.wordpress.com
viernes, 11 de febrero de 2011
Virgen de Lourdes
ORACIÓN PARA PEDIR LA SALUD DE LOS ENFERMOS
Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuchéis: pero acordaos, os diré como vuestro siervo San Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya sido abandonado de Vos. ¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por vuestra mano curaciones innumerables en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guardad también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo…(dígase el nombre del enfermo/a). Alcanzadle de vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho más, alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios, prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.
Virgen de Lourdes, ¡ rogad por nosotros !.
Consuelo de los afligidos, ¡ rogad por nosotros !.
Salud de los enfermos, ¡ rogad por nosotros !.
Rezar tres Avemarías.
jueves, 10 de febrero de 2011
Una luz en la noche
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No culpes a nadie
Nunca te quejes
nunca te quejes de nadie, ni de nada
porque fundamentalmente tu has hecho
porque fundamentalmente tu has hecho
lo que querías en tu vida.
Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo
y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge
de las cenizas de su error.
Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte,
enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de tus actos
No te amargues de tu propio fracaso
ni se lo cargues a otro, acéptate ahora...
Recuerda que cualquier momento es bueno
para comenzar y que ninguno es tan terrible
para claudicar.
para claudicar.
No olvides que la causa de tu presente es tu pasado
así como la causa de tu futuro será tu presente...
Aprende a nacer desde el dolor
y a ser más grande
que el más grande de los obstáculos...
Tu mismo eres tu destino.
Levántate y mira el sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer.
Tu eres parte de la fuerza de tu vida,
decídete y triunfaras en la vida:
nunca pienses en la suerte,
porque la suerte es:
"el pretexto de los fracasados"
Pablo Neruda
Fuente: http://foro.univision.com
miércoles, 9 de febrero de 2011
martes, 8 de febrero de 2011
¿Hay que poner reglas en familia?
¿Hay que poner reglas en familia? Sí, porque el amor lleva a exigencias que son buenas cuando fomentan el bien y las virtudes de quienes viven unidos como parte de una misma familia | |||
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