Alégrese el mundo en esta Hora Santa
en la que el cielo se ha vestido de estrellas,
los ángeles hacen en él morada,
y la luna, cual blanca Forma Sagrada,
deja, en la noche, una inmaculada estela.
en la que el cielo se ha vestido de estrellas,
los ángeles hacen en él morada,
y la luna, cual blanca Forma Sagrada,
deja, en la noche, una inmaculada estela.
Dime, noche, qué te mueve
a que muestres a la tierra ese rostro
en el que se refleja lo divino.
¿Es, acaso, el nacimiento de este niño
por el que te vistes de sagrado trono,
el que hace que tú misma reces?
a que muestres a la tierra ese rostro
en el que se refleja lo divino.
¿Es, acaso, el nacimiento de este niño
por el que te vistes de sagrado trono,
el que hace que tú misma reces?
Y la noche, hasta entonces solitaria y oscura,
rompió en felices lágrimas,
al igual que lo hicieron todas las almas,
al ver cómo de las entrañas más puras
nacía el Mesías.
rompió en felices lágrimas,
al igual que lo hicieron todas las almas,
al ver cómo de las entrañas más puras
nacía el Mesías.
Ya está en los brazos de María,
ya lo vela José con su mirada,
ya se ha cumplido la Hora Santa
en la que Dios vino a la vida.
ya lo vela José con su mirada,
ya se ha cumplido la Hora Santa
en la que Dios vino a la vida.
Déjame, niño Dios, que sean mis labios
los primeros que cubran tus pies,
pues de ti, antes de nacer,
ya me había enamorado.
los primeros que cubran tus pies,
pues de ti, antes de nacer,
ya me había enamorado.
Déjame, María, que lo tenga entre mis brazos,
déjame, José, que lo vea,
dejadme abrazarlo y contemplarlo
pues nunca a Dios lo tuve tan cerca.
déjame, José, que lo vea,
dejadme abrazarlo y contemplarlo
pues nunca a Dios lo tuve tan cerca.
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