(25 de diciembre)
Ya se ha cumplido ese día en el que la tierra ha sentido la huella de Dios, en el que un Niño, entre los mortales, espera que el tiempo pase mientras Él vaya creciendo en edad y sabiduría hasta que abrace la Cruz, para cuyo encuentro nació.
Ahora está en los inicios de esa vida frágil, al amparo de la humana protección de María y José, abandonado a la caridad ajena; sólo así, humillándose hasta ese extremo, ha hecho posible que nuestros pequeños y míseros corazones sean capaces de acoger al mismísimo Dios, de tenerle entre nuestros brazos, de hablarle con esa intimidad, de tratarle con cariño, cercanía y ternura.
Hoy es ese día en el que corazones y almas cantan al unísono un "Laus Deo" porque el Omnipotente se ha hecho Niño.
Gracias, Jesús.
Gracias, Dios mío.
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