Una costumbre muy piadosa y buena es invocar a nuestro Ángel Custodio antes de emprender alguna actividad de importancia. Y no sólo invocar a nuestro propio ángel, sino también invocar a los ángeles que custodian a todas las personas con las que nos encontraremos o nos contactaremos en el día, para que ellos las guíen y las predispongan a la paz, y que todo transcurra en tranquilidad y armonía.
Es una pena que no aprovechemos la ayuda que nos ha puesto Dios a nuestro lado, que es nuestro ángel custodio. Porque la mayor parte de las veces nuestro ángel debe quedarse sólo de espectador, ya que, al no invocarlo en nuestra ayuda, él poco o nada puede hacer por nosotros.
A partir de ahora comencemos a tener un trato más familiar con nuestro propio ángel, y también con los ángeles que custodian a las personas más importantes para nosotros, para que haya paz en la familia, con los amigos y, también por qué no, paz con nuestros enemigos.
Si hacemos esto, veremos cómo las relaciones humanas irán cambiando paulatinamente y todo se realizará según la adorable voluntad de Dios, que manda a sus ángeles en nuestro auxilio.
Entonces acostumbrémonos a rezar a los ángeles custodios antes de salir de casa, en el viaje, cuando regresamos, en la noche al acostarnos, y en todo momento, porque ellos han sido puestos por Dios a nuestro lado para que la lucha no sea tan desigual. Pues efectivamente si peleamos solos contra el maligno, seguramente seremos vencidos por él. Pero si echamos mano a la ayuda de nuestro poderoso ángel de la guarda, entonces la cosa cambia y podemos salir airosos del combate que se nos presenta.
Y como broche de haber invocado a nuestros ángeles, también sería bueno que llamemos en nuestra ayuda a San Miguel Arcángel, que es el Príncipe de la Milicia celestial, y que tiene bajo su mando a todos los ángeles buenos que custodian a los hombres, a las familias, a los pueblos y al mundo entero.
Aquí coloco las dos oraciones que podemos hacer para invocarlos:
Al Ángel de la Guarda:
Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén.
A San Miguel Arcángel:
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
Santísima Virgen