El profeta escuchó tu venida, Señor, y el pensamiento que serías dado a luz por una virgen y aparecerías entre los hombres lo llenó de temor y dijo: “Escuché lo que hiciste escuchar y me llené de temor. ¡Gloria a tu poder!”
He pecado, he incumplido contigo, empujé hasta el límite tu majestad y me sumergí en el abismo de la desesperación, ¡oh único Compasivo! Manifiéstate ahora, en medio de la noche, como anteriormente te manifestaste a los discípulos caminando sobre el mar, oh Verbo, y dame la divina serenidad.
Mi alma en todo momento entre tus manos. Mi Dios y mi socorro, único que sondeas los corazones, conoces todas mis reflexiones, conoces las olas, la tempestad, el tumulto de mis pensamientos. Te he visto caminar, también ahora, sobre el mar agitado de mi corazón.
He aquí que he deseado tus preceptos, en tu justicia hazme vivir. Perdona oh mi Creador, sé indulgente, tú que me formaste, ten piedad de mí. Déjate doblegar, sé misericordioso, compasivo. Ya que estoy en medio del mar de esta vida, tiende tu mano realmente divina y levántame como a Pedro. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Una vez, el Profeta te vio anticipadamente, Doncella, como un candelabro a siete flamas, llevando el fuego del conocimiento de Dios, haciéndolo brillar sobre los que están en peligro en las tinieblas de la ignorancia, oh Toda Inmaculada. Por eso grito hacia ti. “¡Te ruego, ilumíname!”
Monasterio Santa Catalina del Monte Sinaí
Liturgia de las Horas, s. IX
Canon
nocturno, Liturgia de las Horas, Monasterio Santa Catalina del Monte
Sinaí, s. IX (Canon de minuit, 4º Ode, SC 486, Sinaiticus graecus 864,
Cerf, 2004), trad. sc©evangelizo.org
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