El ejemplo de san Lorenzo nos anima a dar nuestra vida, ilumina nuestra fe, atrae nuestra devoción. No son las llamas de la hoguera las que nos consumen, sino las de una fe viva. Nuestro cuerpo no ha sido quemado por la causa de Jesucristo, pero nuestra alma es transportada por los ardores de su amor..., nuestro corazón arde de amor por Jesús ¿No es el mismo Salvador quien ha dicho de este fuego sagrado: «He venido a prender fuego en el mundo; ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!»? (Lc 12, 49) Cleofás y su compañero comprobaron estos efectos cuando dijeron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32).
Es también gracias a este ardor interior que san Lorenzo permanece insensible a las llamas de su martirio: arde en deseo de estar con Jesús y no siente las torturas. Cuanto más crece en él el ardor de la fe, menos le hacen sufrir los tormentos... El poder de la hoguera divina que arde en su corazón calma las llamas de la hoguera atizada por los verdugos.
San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 206 (atribuido).evangelizo.org
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