Una mañana en clase de religión, una de las profesoras preguntaba de forma aleatoria a sus alumnos si ellos amaban a Dios.
-Diego, ¿Tu amas a Dios?.
-¡Sí, lo amo profesora!. -Contestaban uno a uno los pequeños, hasta que llegó el turno de Andrea.
-¿Y tu Andrea, amas a Dios con todo tu corazón?.
La niña que había estado escuchando muy atenta a todos sus compañeros, después de un silencio contesto: -No profe, mi corazón es demasiado pequeño para amar a Dios.
Aquella respuesta dejó enmudecida a la maestra, mientras Andrea lanzaba al aire: ¡Yo quisiera conocer a Jesús! ¿Cómo podría encontrarlo?.
La campana que daba el inicio del recreo sonó, y allí salieron todos disparados a jugar, menos aquella niña que esperaba una respuesta. La profesora se sentó con ella y tras un suspiro le contestó: Dedíca unos minutos al día para estar en silencio y sentirás a Dios.
Andrea fue a jugar con el resto de sus compañeros, era un día precioso de primavera con sol. Al llegar por la tarde a su casa, un ruiseñor se coló en su habitación regalándole una hermosa melodía, su mamá le preparó su merienda favorita y estuvo riendo con su hermano mayor...pero aún así, ella se fue a la cama a dormir aquella noche muy triste, no sabía como hacer para encontrar a Dios.
Durante su sueño, escuchó una voz que le decía:
No estés tristes, que hoy te he enviado un día de primavera, el canto de un ruiseñor, juegos con amigos, tu merienda favorita, el beso de mamá y diversión con tu hermano...pero estabas tan distraída que no te has dado cuenta ¡Qué estoy aquí!.
A la mañana siguiente Andrea estaba tan tan feliz, que al llegar a la clase, le dijo a la profesora: ¡Se que todos los días tengo a Dios! En mis amigos, en mi familia, en el sol y los pajáros...
La maestra sonrió y preguntó: ¿Entonces amas a Dios con todo tu corazón?.
A lo que respondió: yo amo a Dios con todo el Corazón de Jesús.
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