Se cuenta que un día Santa Brígida tuvo una visión del Purgatorio y oyó la voz de un ángel que, consolando a las almas, repetía estas palabras:
“Bendito sea el que, viviendo aún en la tierra, socorre con actos y buenas obras a las almas purgantes, ya que la justicia de Dios exige que sin la ayuda de los vivos, estas sean purificadas en el fuego”.
Y oyó también otras voces que añadían:
“Gracias sean dadas a quienes nos aportan alivio en nuestras desventuras; vuestro poder es infinito, Señor: dad el ciento por uno a nuestros benefactores, que nos llevan más rápido al umbral de vuestra luz divina”.
Santa Brígida de Suecia (1303-1373)
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