Hoy la Iglesia celebra a San Bartolomé Apóstol, uno de los Doce, amigo y testigo de Cristo hasta derramar su sangre. Su vida nos recuerda que la fe es sencilla, valiente y fiel hasta el final.
1 En los evangelios aparece con dos nombres: Bartolomé y Natanael. Felipe lo presenta a Jesús diciendo: “Hemos encontrado al Mesías”. Él responde con sinceridad: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46).
2 Jesús lo sorprende: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, te vi” (Jn 1,48). Bartolomé se rinde: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios”. La mirada de Cristo cambia su vida.
3 Su corazón es transparente: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn 1,47). Ser discípulo no consiste en no tener dudas, sino en tener un corazón limpio y abierto a la verdad.
4 La tradición cuenta que llevó el Evangelio hasta la India y Armenia. Allí dio la vida por Cristo, siendo desollado vivo y decapitado. Su martirio fue un testimonio radical de fidelidad.
5 En el arte suele representarse con un cuchillo, símbolo de su martirio. Miguel Ángel lo pintó en la Capilla Sixtina sosteniendo su propia piel: signo de que quien se entrega a Cristo no pierde nada, lo gana todo.
6 San Bartolomé nos enseña la fe sincera, sin doblez. Cristo sigue buscando corazones limpios que se dejen mirar por Él y lo confiesen como Señor, con la vida y con la palabra.
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