Dime, alma, si hallaste entre las devociones que tienes grabadas en tus piadosas paredes alguna mayor que esta en la que se funden Dios y su Madre.
Porque no la encuentras, déjame que me recree en ella, pues no hay milagro mayor que en el materno corazón de María quepa el mismo Dios.
Y porque te eligió como morada, yo también hago de este sagrado título el lema de mi alma. Bastará que te invoque, para que el corazón pida una tregua ante tanto AMOR.
SANTA.... MARÍA... MADRE... de DIOS.
Cada palabra es una divina llama que aviva de fuego y amor esta alma que suspira y se emociona cuando pronuncia esta advocación.
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