“Miren la higuera y otros árboles: cuando aparecen sus frutos, saben que el verano está cerca. Igualmente ustedes, cuando vean que aquello llega, sepan que el Reino de Dios está cerca”. Es como si nuestro Redentor dijera claramente: “Si conocemos la cercanía del verano por los frutos de los árboles, podemos reconocer por la ruina del mundo que el Reino de Dios está cerca”. Estas palabras señalan la ruina del mundo como su fruto. Sólo crece para caer, sólo florece para que lo que floreció en él muera por las calamidades. Por eso el Reino de Dios es comparado con el verano. Entonces las nubes de nuestra tristeza pasarán y los días de la vida brillarán con la luminosidad del Sol eterno. (…)
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Nada en la naturaleza de las cosas materiales dura más que el cielo o la tierra. Nada es más rápido que pronunciar una palabra. (…) Por eso el Señor declara: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Es como dijese claramente: “Todo lo durable alrededor de ustedes, no dura en la eternidad. Todo lo que en mí parece pasar, es fijo y no pasa, ya que mi palabra que pasa expresa pensamientos que permanecen sin cambiar”.
Así, mis hermanos, no amen este mundo que, cómo ven, no podrá subsistir largo tiempo. Fijen en su espíritu este mandamiento que el apóstol Juan nos da para ponernos en guardia: “No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1Jn2,15).
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre los Evangelios (Homélies sur les évangiles I, Le Barroux, Sainte-Madeleine, Téqui, 2000), trad.sc©evangelizo.org
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