¡San José, enciéndenos con el fuego del Espíritu y fórjanos con firmeza, para purificarnos y ser instrumentos de Dios!
"Aquella madre —santamente apasionada, como todas las madres— a su hijo pequeño le llamaba: su príncipe, su rey, su tesoro, su sol.
Yo pensé en ti. Y entendí —¿qué padre no lleva en las entrañas algo maternal?— que no era ponderación el decir de la madre buena: tú... eres más que un tesoro, vales más que el sol; ¡toda la Sangre de Cristo!
¿Cómo no voy a tomar tu alma —oro puro— para meterla en forja, y trabajarla con el fuego y el martillo, hasta hacer de ese oro nativo una joya espléndida que ofrecer a mi Dios, a tu Dios?"
Prólogo de Forja.
San José María Escrivá de Balaguer.
"Aquella madre —santamente apasionada, como todas las madres— a su hijo pequeño le llamaba: su príncipe, su rey, su tesoro, su sol.
Yo pensé en ti. Y entendí —¿qué padre no lleva en las entrañas algo maternal?— que no era ponderación el decir de la madre buena: tú... eres más que un tesoro, vales más que el sol; ¡toda la Sangre de Cristo!
¿Cómo no voy a tomar tu alma —oro puro— para meterla en forja, y trabajarla con el fuego y el martillo, hasta hacer de ese oro nativo una joya espléndida que ofrecer a mi Dios, a tu Dios?"
Prólogo de Forja.
San José María Escrivá de Balaguer.
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