La muerte del Hijo de Dios es en sí expresión del SUFRIMIENTO TOTAL.
Desde el punto de vista de la corporeidad, la muerte en Cruz de Jesús es la expresión más desgarradora e infamante.
Psicológicamente: muere traicionado, abandonado, cambiado por un delincuente, solo.
Moralmente: sufre el mayor mal, que es la muerte del inocente.
Espiritualmente: rumia el silencio de Dios.
Cuenta con un plus desgarrador: muere delante de su madre, según el evangelio de San Juan.
Muere Jesús joven, no viejo. Muere sano, no enfermo. Muere en una cruz, no en una cama de hospital.
La muerte de Jesús es EL DRAMA del pecado de la humanidad: el hombre niega, traiciona, da un beso de traición, tortura, encarcela, crucifica y mata al Hijo de Dios.
La muerte de Jesús no fue planeada ni impuesta por el Padre. Jesús la asumió libremente como expresión de fidelidad a la causa del Reino y como solidaridad con la humanidad: "Nadie me quita la vida, soy yo quien la da" (Juan 10,18), adoptando la actitud del Siervo de Yahwh, según Isaías 50.
Jesús no se libra a sí mismo de la muerte fisica. Se libra de una muerte carente de sentido y de un insano temor a ella.
Jesús asume la muerte para atravesarla hacia la vida, para hacerla redentora y salvífica.
VIERNES SANTO: la muerte de Jesús nos confronta, nos educa, mata nuestro pecado, nos redime, nos salva.
SUS HERIDAS NOS HAN CURADO.
SU MUERTE NOS HA DADO VIDA.
Padre Mateo Bautista, religioso Camilo.
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