Como Juan,
permítenos estar debajo de tu cruz. Porque, también como Juan, necesitamos
recostar nuestra cabeza ya no en tu pecho sino sentir la sangre que baja con
fuerza por su madero. Como Juan, oh Jesús, también pretendemos el cielo (un
puesto a tu derecha o a tu izquierda) sin mayor esfuerzo que una petición como
contra prestación a nuestra amistad contigo.
Sí, Señor. Déjanos
como Juan, tu preferido...tu discípulo amado, recibir al pie de la cruz –además
del regalo que nos aguarda en la mañana de Pascua- a esa Madre que nos invita a
estar firmes y en guardia hasta el día en que tú, de nuevo regreses para
llevarnos contigo, para darnos nueva vida, para resucitarnos a una vida
gloriosa y resucitada.
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