"..Hay una urgente necesidad de aprovechar el impulso de la contemplación del Rostro de Cristo
que la experiencia de este año nos ha dado. En el Rostro humano del
Hijo de María reconocemos al Verbo hecho carne, en la plenitud de su
divinidad y de su humanidad. Los más insignes artistas –en Oriente y
Occidente- se han confrontado con el misterio de este Rostro. Pero
el verdadero Rostro de Cristo es, sobre todo el que el Espíritu Santo
imprime en los corazones de los que lo contemplan y lo aman. Es
necesario “recomenzar desde Cristo”, con el impulso de Pentecostés, con
entusiasmo renovado. Recomenzar desde Él ante todo en el compromiso
cotidiano por la santidad, poniéndonos en actitud de oración y de
escucha de su Palabra. Recomenzar también desde Él para testimoniar el
Amor mediante la práctica de una vida cristiana marcada por la comunión,
por la caridad, por el testimonio en el mundo. Este es el programa que
entrego en la presente Carta Apostólica. Se podría reducir a una sola
palabra: “¡Jesucristo!”.
Al inicio de mi Pontificado, y tantas veces después, he gritado a los hijos de la Iglesia y al mundo: “Abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo”.
Deseo hacerlo una vez más, al final de este Jubileo y comienzo de este
nuevo milenio (...). Quiera el Señor que, en el nuevo milenio, la
Iglesia (y sus hijos) crezcan cada vez más en la santidad, para ser en
la historia verdadera “epifanía” del Rostro misericordioso y glorioso de Cristo el Señor. ¡Así sea!
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