El corazón de Cristo es semejante a un tierno padre que después de recibir infinitas ofensas y preocupaciones de parte de los hijos, sigue siendo bondadoso, manso, humilde, lleno de amor (y por tanto de perdón), compasivo, misericordioso.
Así es el Corazón de Dios. El nuestro es pequeño, imperfecto y frágil. Pero con la ayuda de la gracia intentamos ser mejores día a día. La comunión diaria debe producir en nosotros un cambio sustancial, un cambio no superficial, sino profundo, auténtico.
Recibir el Corazón Misericordioso de Cristo realmente presente en la Eucaristía, es recibir la misma vida de Jesús en nosotros. Eso debe llevarnos a ser semejantes al Divino Redentor. Cada gota de su preciosísima sangre es un regalo para nosotros.
Aquí la imagen representa a Cristo entregando un ramo de flores a un niño. Ese niño somos cada uno de nosotros después de recibir la comunión, que es el momento sublime cuando Cristo derrama todas sus gracias -siempre que estemos dispuestos a recibirlas- sobre nosotros.
Meditemos la Pasión de Cristo, los sentimientos de bondad y misericordia de este Corazón que tanto ama, y que es tan poco correspondido. Llegaremos a ser más humildes, dóciles a la voluntad de Dios, obedientes y llenos de caridad, movidos por el fuego del amor hacia al prójimo.
Dios nos siga bendiciendo.
Así es el Corazón de Dios. El nuestro es pequeño, imperfecto y frágil. Pero con la ayuda de la gracia intentamos ser mejores día a día. La comunión diaria debe producir en nosotros un cambio sustancial, un cambio no superficial, sino profundo, auténtico.
Recibir el Corazón Misericordioso de Cristo realmente presente en la Eucaristía, es recibir la misma vida de Jesús en nosotros. Eso debe llevarnos a ser semejantes al Divino Redentor. Cada gota de su preciosísima sangre es un regalo para nosotros.
Aquí la imagen representa a Cristo entregando un ramo de flores a un niño. Ese niño somos cada uno de nosotros después de recibir la comunión, que es el momento sublime cuando Cristo derrama todas sus gracias -siempre que estemos dispuestos a recibirlas- sobre nosotros.
Meditemos la Pasión de Cristo, los sentimientos de bondad y misericordia de este Corazón que tanto ama, y que es tan poco correspondido. Llegaremos a ser más humildes, dóciles a la voluntad de Dios, obedientes y llenos de caridad, movidos por el fuego del amor hacia al prójimo.
Dios nos siga bendiciendo.
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