En el desarrollo emocional del bebé, el precursor del espejo es el rostro de la Madre. Así el niño aprende a sonreír imitando a su madre.
Cristo aprendió a sonreír mirando el rostro de María y nos dejó para siempre el regalo de su eterna sonrisa, Humana y Divina en la Eucaristía. La vida cristiana es un camino hacia el cielo, con muchas etapas, cruces, dificultades, pero no nos podemos olvidar que Cristo nos dejó su sonrisa: "Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos".
Miremos a la Eucaristía y aprendamos a sonreír. Él nos sonríe, nos acoge y nos cuida. Si no sonreímos más y vivimos nuestra vida cristiana tristes, es porque necesitamos mirar más la sonrisa de Dios y aprender a sonreír. Hagámonos niños, porque de los niños es el Reino de los cielos.
Hola, que tengas un excelente fin de semana, ha sido un placer leer tu blog, es excelente. Te invito de manera cordial a que visites el Blog de Boris Estebitan y leas un poema mío titulado “Muy tarde como para tomar acción”, es un poema sobre un amor que no pudo hacerse realidad.
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