Cuando alguien ama desea romper esquemas. ¿Cómo estar ayer,
hoy y siempre presente? Difícil para un hombre, pero no para Dios. Dios no
conoce límites de espacio ni tiempo. Cristo, con un Corazón misericordioso,
lleno de gracia, amor y verdad, hizo el jueves Santo lo que viviría el Viernes
Santo. Jesús, el único que va por delante, que nos ama desde antes de nuestro
nacimiento.
En la última cena, se entregó por entero, no reservó nada. Su Corazón se consumió, sin escatimar esfuerzos ni sufrimientos. En aquel clima de majestad, se oyó un leve susurro, traición y negación se presentía. Entonces, llegó el momento más importante. Aquel mismo Verbo que dijo: "Hágase la Luz" y ésta existió, en ese momento afirmó: "Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre"....
Ya entregado "incruentamente" en el primer Altar de la Iglesia naciente, rogó a su Padre apartar el cáliz que horas más tarde consumiría. Como hombre, tenía miedo. Pero aquí está la lección: Hágase tu voluntad, y se entregó a su Pasión, aceptada por amor. Ese es el plan que Dios había proyectado para la redención del mundo entero. Sellar la nueva Alianza, mediante Su propia sangre, unir de nuevo cielo y tierra.
Así se entregó el único que es perfecto, Justo y Santo. Sólo Dios pudo llevar sobre sí los pecados del hombre.
¡Qué gran ejemplo para ofrecernos con Él! Entregarle por amor nuestros sacrificios, nuestras pruebas, temores, proyectos...Entregarle nuestra vida entera, y repetir con la humilde nazarena: "Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum Verbum Tuum".
Imitemos a Cristo, Aquel que nos amó, que nos soñó desde antes de la fundación del mundo. Amémosle en los gozos, en las pruebas, en las tentaciones. Amémosle siempre. Él se ha dado por entero a nosotros. Ahora, nuestra respuesta de amor debe ser una entrega voluntaria y generosa, confiando y abandonándonos.
Dios nos siga bendiciendo
En la última cena, se entregó por entero, no reservó nada. Su Corazón se consumió, sin escatimar esfuerzos ni sufrimientos. En aquel clima de majestad, se oyó un leve susurro, traición y negación se presentía. Entonces, llegó el momento más importante. Aquel mismo Verbo que dijo: "Hágase la Luz" y ésta existió, en ese momento afirmó: "Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre"....
Ya entregado "incruentamente" en el primer Altar de la Iglesia naciente, rogó a su Padre apartar el cáliz que horas más tarde consumiría. Como hombre, tenía miedo. Pero aquí está la lección: Hágase tu voluntad, y se entregó a su Pasión, aceptada por amor. Ese es el plan que Dios había proyectado para la redención del mundo entero. Sellar la nueva Alianza, mediante Su propia sangre, unir de nuevo cielo y tierra.
Así se entregó el único que es perfecto, Justo y Santo. Sólo Dios pudo llevar sobre sí los pecados del hombre.
¡Qué gran ejemplo para ofrecernos con Él! Entregarle por amor nuestros sacrificios, nuestras pruebas, temores, proyectos...Entregarle nuestra vida entera, y repetir con la humilde nazarena: "Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum Verbum Tuum".
Imitemos a Cristo, Aquel que nos amó, que nos soñó desde antes de la fundación del mundo. Amémosle en los gozos, en las pruebas, en las tentaciones. Amémosle siempre. Él se ha dado por entero a nosotros. Ahora, nuestra respuesta de amor debe ser una entrega voluntaria y generosa, confiando y abandonándonos.
Dios nos siga bendiciendo
de mi amigo y hermano Alejandro María
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