Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 2 de diciembre de 2011

ORACIÓN CON LA MADRE DEL REDENTOR Cap 25


 
e-Curso: ORACIÓN CON LA MADRE DEL REDENTOR
Capítulo 25
La Anunciación. Murillo. Museo del Prado, Madrid
LA ESCLAVA OBEDIENTE DEL SEÑOR
AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 3 de septiembre de 1996
1. Las palabras de María en la Anunciación: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38) ponen de manifiesto una actitud característica de la religiosidad hebrea. Moisés, al comienzo de la antigua alianza, como respuesta a la llamada del Señor, se había declarado su siervo (cf. Ex 4, 10; 14, 31). Al llegar la nueva alianza, también María responde a Dios con un acto de libre sumisión y de consciente abandono a su voluntad, manifestando plena disponibilidad a ser "la esclava del Señor".
La expresión "siervo" de Dios se aplica en el Antiguo Testamento a todos los que son llamados a ejercer una misión en favor del pueblo elegido: Abraham (Gn 26, 24), Isaac (Gn 24, 14) Jacob (Ex 32, 13; Ez 37, 25), Josué (Jos 24, 29), David (2 Sm 7, 8) etc. Son siervos también los profetas y los sacerdotes, a quienes se encomienda la misión de formar al pueblo para el servicio fiel del Señor. El libro del profeta Isaías exalta en la docilidad del "Siervo sufriente" un modelo de fidelidad a Dios con la esperanza de rescate por los pecados del pueblo (cf. Is 42-53). También algunas mujeres brindan ejemplos de fidelidad, como la reina Ester, que, antes de interceder por la salvación de los hebreos, dirige una oración a Dios, llamándose varias veces "tu sierva" (Est 4, 17).
2. María, la "llena de gracia", al proclamarse "esclava del Señor", desea comprometerse a realizar personalmente de modo perfecto el servicio que Dios espera de todo su pueblo. Las palabras: "He aquí la esclava del Señor" anuncian a Aquel que dirá de sí mismo: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10, 45; cf. Mt 20, 28). Así, el Espíritu Santo realiza entre la Madre y el Hijo una armonía de disposiciones íntimas, que permitirá a María asumir plenamente su función materna con respecto a Jesús, acompañándolo en su misión de Siervo.
En la vida de Jesús, la voluntad de servir es constante y sorprendente. En efecto, como Hijo de Dios, hubiera podido con razón hacer que le sirvieran. Al atribuirse el título de "Hijo del hombre", a propósito del cual el libro de Daniel afirma: "Todos los pueblos, naciones y lenguas le servirán" (Dn 7, 14), hubiera podido exigir el dominio sobre los demás. Por el contrario, al rechazar la mentalidad de su tiempo manifestada mediante la aspiración de los discípulos a ocupar los primeros lugares (cf. Mc 9, 34) y mediante la protesta de Pedro durante el lavatorio de los pies (cf. Jn 13, 6), Jesús no quiere ser servido, sino que desea servir hasta el punto de entregar totalmente su vida en la obra de la redención.
3. También María, aun teniendo conciencia de la altísima dignidad que se le había concedido, ante el anuncio del ángel se declara de forma espontánea "esclava del Señor". En este compromiso de servicio ella incluye también su propósito de servir al prójimo, como lo demuestra la relación que guardan el episodio de la Anunciación y el de la Visitación: cuando el ángel le informa de que Isabel espera el nacimiento de un hijo, María se pone en camino y "de prisa" (Lc 1, 39) acude a Galilea para ayudar a su prima en los preparativos del nacimiento del niño, con plena disponibilidad. Así brinda a los cristianos de todos los tiempos un modelo sublime de servicio.
Las palabras "Hágase en mi según tu palabra" (Lc 1, 38), manifiestan en María, que se declara esclava del Señor, una obediencia total a la voluntad de Dios. El optativo "hágase" (génoito), que usa san Lucas, no sólo expresa aceptación, sino también acogida convencida del proyecto divino, hecho propio con el compromiso de todos sus recursos personales.
4. María, acogiendo plenamente la voluntad divina, anticipa y hace suya la actitud de Cristo que, según la carta a los Hebreos, al entrar en el mundo, dice: "Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo (...). Entonces dije: ¡He aquí que vengo (...) a hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hb 10, 5-7; Sal 40, 7-9).
Además, la docilidad de María anuncia y prefigura la que manifestará Jesús durante su vida pública hasta el Calvario. Cristo dirá: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34). En esta misma línea, María hace de la voluntad del Padre el principio inspirador de toda su vida, buscando en ella la fuerza necesaria para el cumplimiento de la misión que se le confió.

Aunque en el momento de la Anunciación María no conoce aún el sacrificio que caracterizará la misión de Cristo, la profecía de Simeón le hará vislumbrar el trágico destino de su Hijo (cf. Lc 2, 34-35). La Virgen se asociará a él con íntima participación. Con su obediencia plena a la voluntad de Dios, María está dispuesta a vivir todo lo que el amor divino tiene previsto para su vida, hasta la "espada" que atravesará su alma.

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ORACIÓN PARA IMPLORAR FAVORES POR INTERCESIÓN
 DEL BEATO JUAN PABLO II
Oh Trinidad Santa, te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo. Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos.



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BENDICIONES!!!  

1 comentario:

  1. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo...

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