La escribió la religiosa española sor María de Jesús de Ágreda, comenzando en 1637, anotando todo lo que la Virgen María le iba confiando. La obra, dividida en tres grandes partes, se publicó por primera vez en 1670. En la tercera parte, en su número 1386, se lee lo siguiente:
«Fijado el Señor en la cruz, para que los clavos no soltasen al divino cuerpo, arbitraron los ministros de la justicia redoblarlos por la parte que traspasaban el sagrado madero, y para ejecutarlo comenzaron a levantar la cruz para volverla, cogiendo debajo contra la tierra al mismo Señor crucificado. Esta nueva crueldad alteró a todos los circunstantes y se levantó grande gritería en aquella turba movida de compasión, pero la dolorosa y compasiva Madre ocurrió a tan desmesurada impiedad y pidió al eterno Padre no la permitiese como los verdugos la intentaban, y luego mandó a los santos ángeles acudiesen y sirviesen a su Criador con aquel obsequio, y todo se ejecutó como la gran Reina lo ordenó; porque volviendo los verdugos la cruz, para que el cuerpo clavado cayera el rostro contra la tierra, los ángeles le sustentaron cerca del suelo, que estaba lleno de piedras e inmundicia, y con esto no tocó el Señor con su divino rostro en él ni en los guijarros. Y los ministros redoblaron las puntas de los clavos, sin haber conocido el misterio y maravilla, porque se les ocultó, y el cuerpo estuvo tan cerca de la tierra y la cruz tan fija sustentada de los ángeles, que los malignos judíos creyeron estaba en el duro suelo».
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