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viernes, 29 de abril de 2011

Al fondo del Terror: Faltan los principios


Eso, eso es lo que hace falta, volver a Dios, al respeto a la moral; es lo que nos sacará, a través de muchos años, de la grave condición humana amoral (más que inmoral), que estamos viviendo
 
Al fondo del Terror: Faltan los principios
Al fondo del Terror: Faltan los principios
Javier Sicilia, en las movilizaciones sociales que ha provocado ante el homicidio de su hijo Juan Francisco, ayudó a abrir más los ojos ciudadanos al terror del crimen organizado. Esto es muy importante, porque como en diversas ocasiones se ha dicho, parece que hemos perdido la capacidad de asombro, y ahora son muchos los que están asustados. Pero más importante es algo que dijo que falta.

Durante muchos años, al igual que en otros países, en México se venían dando nuevas acciones delictivas, actos de violencia, asesinatos, y la gente no reaccionaba. Tal parecía que estos hechos, el incremento del narcotráfico y sus consecuencias, eran cosa de otro planeta, que se podía ver en la televisión.

Inclusive las notas de prensa pasaban desapercibidas, o eran rápidamente olvidadas por los no directamente afectados. La violencia de los criminales en México no empezó con las acciones militares de Felipe Calderón, tenían años de estar sucediendo, pero parece que se veían como asuntos aislados y muy locales. Si una persona había sido asesinada en tal población, bueno, era cosa “de allá”.

Como han escrito varios analistas, la violencia criminal no viene de diciembre de 2006. Fue tras esa fecha que Autoridades locales, incapaces de controlarla, pidieron auxilio al gobierno federal. Pero anteriormente, durante muchos años, en Estados como Sinaloa, los muertos por el narco eran ya noticia cotidiana.

El avance de las actividades del narcotráfico en México era constante, sumando otras actividades delictivas y, como se dice, nadie hacía nada. Los tres niveles de gobierno se hacían tontos. Igual como ha sucedido en otras naciones.

Pero una vez que la ciudadanía empezó a asustarse ante la frecuencia creciente de actos de violencia criminal, empezó a pedir, a exigir al gobierno -y léase al federal-, que “hiciera algo” para detenerla, eran ya muchos miles de muertos. Sumémosles las violaciones a derechos humanos por militares y policías.

Pero las personas individualmente consideradas, las familias, las organizaciones sociales, las escuelas, los medios de comunicación, no hacían ni hacen gran cosa. Más bien prácticamente nada, salvo “poner el grito en el cielo” cuando los hechos criminales escandalizaban más de la cuenta, o llegaban muy cerca.

“Y nosotros ¿qué podemos hacer?” decían y dicen los ciudadanos, es “el gobierno quien debe hacer algo”. Pues muy mal. Los ciudadanos, los padres de familia, los educadores, han caído en un gran pecado de omisión. ¿Qué ha faltado?

Ha faltado aquello que da a la persona interés en hacer el bien y evitar el mal. Ha faltado la formación en valores, porque desde hace muchos años no está de moda hablar de ellos, de moral, de ética, ¡de virtudes! Eso, parecía ser cosa “de antes”, era cosa de curas, pastores y rabinos, eso de las “moralinas”… bueno... El dicho de que “todo se vale en la guerra y en el amor”, pasó a incluir “en los negocios”, y en lo social, en la vida diaria.

El confort de la vida contemporánea, aunque sea modesto, hizo que la gente no creyera que necesita ser ética, moral, virtuosa, y sobre todo, no necesitaba de Dios; Él y la religión habían pasado de moda (salvo ante el cáncer y cosas así).

Desde hace mucho, ya en generaciones, las familias han despreciado la formación moral, religiosa, de los hijos. Tampoco se han interesado los adultos en formarse a sí mismos; sólo hay interés en “capacitarse” profesionalmente. La educación se convirtió en instruirse en las cosas mundanas y aprender a ganarse la vida.

¿Cómo podemos, como personas, como padres de familia, como “educadores”, como gobernantes, asombrarnos de que tanta gente acepte ser parte del delito? ¿Cómo podemos asombrarnos de que se haya llegado a despreciar en tal forma el valor de la vida, si no importan Dios ni sus leyes, ni la dignidad humana?

Aunque a muchos les moleste escucharlo, leerlo, pero es haberse alejado de Dios la causa principal de la práctica de la maldad a tan amplia escala; ha sucedido a través de la historia, pero no aprendemos de ella. Es la responsabilidad trascendente que da la religión, no limitada al aquí y ahora, lo que hace falta.

A demasiada gente le fastidia, le incomoda que se hable de Dios, de deberes impuestos por la religión, de esos Diez Mandamientos judeo-cristianos. No, ya no quieren saber nada de ello, pero no aportan nada a cambio que lo substituya, para crear en las personas rectas conciencias y voluntad de obrar bien y evitar el mal.

Javier Sicilia, declaró en entrevista de la revista “Proceso” lo siguiente -vale la pena transcribirlo: “Hemos desalojado a Dios, por desgracia, de la conciencia de los hombres. Eso es tremendamente grave, porque el siguiente paso es el infierno, es cuando el demonio comienza a funcionar. Es difícil hablar de estas cosas porque el lenguaje moderno no lo quiere oír, pero el demonio está allí en la puerta. Baudelaire decía que el mayor triunfo (del demonio) en el siglo XIX –habría que decir que en el siglo XXI y en las condiciones en que estamos viviendo- es habernos hecho creer que no existe. Eso lo estamos viendo: existe en esta violencia indiscriminada, en esta crueldad inmensa.”

Dijo más adelante ese padre adolorido con visión cristiana, Javier Sicilia: “Estamos justamente en el momento en que nos debemos detener y humildemente repensarnos para ponernos en función de las virtudes, para hacer un México donde todos quepamos, donde se le dé más sentido a la educación, el trabajo honesto que le permite vivir a la gente dignamente.”

Eso, eso es lo que hace falta, volver a Dios, al respeto a la moral; es lo que nos sacará, a través de muchos años, de la grave condición humana amoral (más que inmoral), que estamos viviendo. La educación en general, las oportunidades de trabajo digno, la salud y demás cosas propias de la dignidad de la persona humana, de la familia y de la sociedad, no resolverán un problema que va más allá: la necesidad de asumir los principios de respeto, de justicia, que Dios exige.
 
Autor: Salvador I. Reding Vidaña 
Fuente: Catholic.net 

1 comentario:

  1. Así es Magda.
    Sacamos a Dios de nuestra vida, para que entre lo malo.
    Saludos.

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Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma

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