El cardenal Journet decía que «podemos sacar del Purgatorio más consolación que temor». En efecto, entre el gozo pleno del Cielo y el temor del Infierno, no debemos olvidar que también existe el Purgatorio; allí se encuentran todas las almas que están en "estado purgativo", padeciendo penas purificadoras, puesto que ellas todavía deben satisfacer a Dios las deudas contraídas de las culpas pasadas.
Sin embargo, estas "almas justas" ya tienen asegurada la ulterior entrada al Cielo, por haber muerto con la gracia de la perseverancia final, indispensable ésta para la salvación, como enseña el Concilio de Trento. Por ende, el Purgatorio debe considerarse un don de la misericordia de Dios. Por este motivo, el conjunto de todas estas almas constituye la llamada "Iglesia purgante", a medio camino entre la militante, de donde provienen, y la triunfante y gloriosa del Cielo, hacia donde inexorablemente se dirigen.
Ahora bien, pese a la seguridad de la salvación de estas "almas en pena" -ninguna de ellas puede ser ya condenada al Infierno-, deberíamos tener, en realidad, el sano deseo de evitar el Purgatorio, aunque no por "temor servil", sino, sobre todo, por amor a Dios y por un deseo muchísimo más grande de alcanzar la Patria celestial.
Fuente: https://x.com/JaimeMercant
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