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miércoles, 19 de febrero de 2025

POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ...

 Una invocación esencial de nuestra fe. Todos los católicos la hacemos pero quizá automáticamente y sin meditar su significado. ¿Cuál es la historia de esta frase con la que nos persignamos? 


Aunque en la Biblia no está la fórmula exacta, encontramos en el AT algunos salmos con similitud: "Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; protégeme de los que se levantan contra mí." (Sal 59,1) "Líbrame, oh Señor, del hombre malo; guárdame de los hombres violentos." (Sal 140,1)

  Aunque no hay un autor específico de esta frase, las prácticas litúrgicas de la Iglesia primitiva, como se describe en "La Tradición Apostólica" de Hipólito de Roma (siglo III), ya muestran la Señal de la Cruz como parte de la oración y bendición.

 Tertuliano (160–220 d.C.) en su obra "De Corona Militis" habla sobre la práctica de hacer la señal de la cruz: "En toda acción ordinaria, al entrar o salir, al vestirnos, al lavar, al encender luces, al acostarnos, al sentarnos, trazamos con el dedo la Señal de la Cruz"

 San Cirilo de Jerusalén (313-386 d.C.) en sus "Catequesis Mistagógicas" menciona la señal de la cruz en el contexto del bautismo y la oración, y la liturgia.

 Esta invocación viene a ser una breve oración que tiene un profundo significado teológico; invoca la Santísima Trinidad y reconoce la redención a través de la crucifixión de Cristo, siendo un acto de fe y protección espiritual.

 La frase "de nuestros enemigos líbranos" no se refiere solo a enemigos humanos, sino también a las fuerzas del mal, tentaciones y adversidades que enfrentan los creyentes.

 La Iglesia explica en sus documentos Magisteriales que "enemigos" en este contexto incluye tanto las tentaciones personales como las influencias negativas externas, pidiéndole a Dios protección para vivir según Su voluntad.

 Jesús también enseña a amar a los enemigos ("amad a vuestros enemigos"), pero esto no contradice la petición de liberación de ellos, ya que se busca la liberación del mal que estos pueden representar.

 Su importancia radica en reforzar la unidad de la Iglesia, reconociéndo a Dios como el fundamento de esa unión, y en ser un acto de exorcismo menor, rechazando el mal y afirmando la fe.

 Esta fórmula es un legado de la tradición cristiana que sigue siendo relevante hoy, ofreciendo protección, paz y una conexión con la historia y doctrina de la Iglesia. Hagámosla con total meditación y fe, confiando en que verdaderamente por ella, Dios se hace presente.

 Por último, para los amantes del latín, se las dejo traducida, esperando Dios los bendiga y los guarde.

 

 In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Per signum Crucis de inimicis nostris libera nos, Domine Deus noster. 

Amen.

 

Andrés Piña

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