Sufrió por parte de toda clase de personas: de gobernadores, jueces, cortesanos, soldados, pontífices, sacerdotes, eclesiásticos y seglares, judíos y gentiles, hombres y mujeres, de todos sin excepción. Incluso su misma Madre santísima aumentó de manera terrible sus aflicciones cuando la vio junto a la cruz y anegada en un mar de tristezas.
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