Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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viernes, 8 de marzo de 2024

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Mc 12,30)


Yo, Señor, sé con certeza que te amo, no tengo dudas de ello.
Heriste mi corazón con tu verbo y te amé…
Pero ¿qué es lo que amo cuando te amo?
No es la hermosura corpórea, ni el encanto transitorio,
ni el resplandor de luz agradable a mis ojos de acá abajo,
no las suaves melodías de cantos de variados modos,
no la delicada fragancia de las flores, perfumes o aromas,
no la dulzura del maná o de la miel,
ni el deleite del cuerpo con abrazos de la carne.
Nada de eso es lo que amo, cuando amo a mi Dios.
Sin embargo, amo cierta luz, cierta armonía,
cierta fragancia, cierto manjar y cierto deleite,
cuando amo a mi Dios.
Él es luz, melodía, fragancia, alimento y deleite
del hombre interior en mi.
En él resplandece como una luz que el espacio no atrapa,
y percibe un sonido que el tiempo no arrebata,
siente una fragancia que el viento no dispersa,
y saborea un manjar que al comer no se consume,
En él se cierra un abrazo que la plenitud no abre.
Esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios.

 

  San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Las Confesiones, X,6 (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1973), trad. sc©evangelizo.org

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