Muchas veces, como todos sabemos, es fácil o conveniente ver y condenar los defectos y pecados de los demás, sin ser capaces de ver los nuestros con tanta claridad. Siempre escondemos nuestros defectos; incluso los escondemos de nosotros mismos; mientras que es fácil ver los defectos de los demás. La tentación es ser indulgente con nosotros mismos, indulgente con nosotros, y severo con los demás... Debemos ser conscientes de que nosotros también tenemos defectos. Si creo que no tengo ninguno, no puedo condenar ni corregir a los demás. Todos tenemos defectos: todos. Debemos ser conscientes de ellos y, antes de condenar a los demás, debemos mirar dentro de nosotros mismos (Papa Francisco)
Píldoras de Fe
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