Yo soy el Creador del Cielo y de la tierra, uno en divinidad con el
Padre y el Espíritu Santo. Yo soy el que habló a los profetas y patriarcas, y a
quien ellos esperaban. Para cumplir sus deseos y de acuerdo con mi promesa,
tomé carne sin pecado ni concupiscencia, entrando en el cuerpo de la Virgen,
como el brillo del sol a través de un clarísimo cristal. Igual que el sol no
daña al cristal entrando en él, tampoco se perdió la virginidad de mi Madre
cuando tomé la humana naturaleza. Tomé carne pero sin abandonar mi divinidad.
No fui menos Dios, todo lo gobernaba y abastecía con el Padre y el Espíritu Santo, pese a que, con mi naturaleza humana, estuve en el vientre de la Virgen. Igual que el resplandor nunca se separa el fuego, tampoco mi divinidad se separó de mi humanidad, ni siquiera en la muerte. Lo siguiente que deseé para mi cuerpo puro y sin mancha fue ser herido desde la planta de mis pies hasta la coronilla de mi cabeza, por los pecados de todos los hombres, y ser colgado en la Cruz. Ahora mi cuerpo se ofrece cada día en el altar, para que las personas puedan amarme más y recordar mis favores con más frecuencia.
(Palabras de Jesús a santa Brígida, tomadas de las "Revelaciones celestiales de santa Brígida)
No fui menos Dios, todo lo gobernaba y abastecía con el Padre y el Espíritu Santo, pese a que, con mi naturaleza humana, estuve en el vientre de la Virgen. Igual que el resplandor nunca se separa el fuego, tampoco mi divinidad se separó de mi humanidad, ni siquiera en la muerte. Lo siguiente que deseé para mi cuerpo puro y sin mancha fue ser herido desde la planta de mis pies hasta la coronilla de mi cabeza, por los pecados de todos los hombres, y ser colgado en la Cruz. Ahora mi cuerpo se ofrece cada día en el altar, para que las personas puedan amarme más y recordar mis favores con más frecuencia.
(Palabras de Jesús a santa Brígida, tomadas de las "Revelaciones celestiales de santa Brígida)
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