Señor, cuando estamos contigo y con nosotros mismos y los demás
según la hermosura de tu creación, todo se torna en belleza.
Hay momentos en que no deseo nada.
Estar a solas contigo, me llena y ansío nada.
Cuando me encuentro , de verdad, en tu presencia sagrada, mi alma descansa dichosa.
Todo es grandeza en la naturaleza: los árboles floridos, las torres que al cielo se alzan, los pájaros que nos recrean con sus cantos en las alamedas.
Todo, Señor, se convierte en calma, en una paz tan honda que no se desea nada más que estar contigo. Lo decía tu amigo Agustín de Hipona: “Señor, nos has hecho para ti, y nuestro corazón no descansa mientras no esté contigo”.
No miro el tiempo que pasa por el reloj, sino que me quedo extasiado ante tu tiempo, tiempo de amor y de misericordia.
Gracias, Señor, haz que descanse en ti, y que todo lo demás sepa relativilizarlo según tus designios sobre mí.
P. Felipe Santos, salesiano
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