¡María, tú robas los corazones!
Señora, que con tu amor y tus beneficios
robas los corazones de tus siervos,
roba también mi pobre corazón
que tanto desea amarte.
Con tu belleza has enamorado a Dios
y lo has atraído del cielo a tu seno.
¿Viviré sin amarte, madre mía?
No quiero descansar hasta estar cierto
de haber conseguido tu amor,
pero un amor constante y tierno hacia ti,
madre mía, que tan tiernamente
me has amado aun cuando yo era tan ingrato.
¿Qué sería de mí, María, si tú no me hubieras amado
e impetrado tantas misericordias?
Si tanto me has amado cuando no te amaba,
cuánto confío en tu bondad ahora que te amo.
Te amo, madre mía, y quisiera tener
un gran corazón que te amara por todos
los infelices que no te aman.
Quisiera una lengua que pudiera alabarte
por mil, y dar a conocer a todos tu grandeza,
tu santidad, tu misericordia y el amor
con que amas a los que te quieren.
Si tuviera riquezas, todas quisiera gastarlas en honrarte.
Si tuviera vasallos, a todos los haría tus amantes.
Quisiera, en fin, si falta hiciera, dar por ti
y por tu gloria hasta la vida.
Te amo, madre mía, pero al tiempo
temo no amarte cual debiera
porque oigo decir que el amor hace,
a los que se aman, semejantes.
Y si yo soy de ti tan diferente,
triste señal será de que no te amo.
¡Tú tan pura y yo tan sucio!
¡Tú tan humilde y yo tan soberbio!
¡Tú tan santa y yo tan pecador!
Pero esto tú lo puedes remediar, María.
Hazme semejante a ti pues que me amas.
Tú eres poderosa para cambiar corazones;
toma el mío y transfórmalo.
Que vea el mundo lo poderosa que eres
a favor de aquellos que te aman.
Hazme digno de tu Hijo, hazme santo.
Así lo espero, así sea.
(San Alfonso María de Ligorio)
Señora, que con tu amor y tus beneficios
robas los corazones de tus siervos,
roba también mi pobre corazón
que tanto desea amarte.
Con tu belleza has enamorado a Dios
y lo has atraído del cielo a tu seno.
¿Viviré sin amarte, madre mía?
No quiero descansar hasta estar cierto
de haber conseguido tu amor,
pero un amor constante y tierno hacia ti,
madre mía, que tan tiernamente
me has amado aun cuando yo era tan ingrato.
¿Qué sería de mí, María, si tú no me hubieras amado
e impetrado tantas misericordias?
Si tanto me has amado cuando no te amaba,
cuánto confío en tu bondad ahora que te amo.
Te amo, madre mía, y quisiera tener
un gran corazón que te amara por todos
los infelices que no te aman.
Quisiera una lengua que pudiera alabarte
por mil, y dar a conocer a todos tu grandeza,
tu santidad, tu misericordia y el amor
con que amas a los que te quieren.
Si tuviera riquezas, todas quisiera gastarlas en honrarte.
Si tuviera vasallos, a todos los haría tus amantes.
Quisiera, en fin, si falta hiciera, dar por ti
y por tu gloria hasta la vida.
Te amo, madre mía, pero al tiempo
temo no amarte cual debiera
porque oigo decir que el amor hace,
a los que se aman, semejantes.
Y si yo soy de ti tan diferente,
triste señal será de que no te amo.
¡Tú tan pura y yo tan sucio!
¡Tú tan humilde y yo tan soberbio!
¡Tú tan santa y yo tan pecador!
Pero esto tú lo puedes remediar, María.
Hazme semejante a ti pues que me amas.
Tú eres poderosa para cambiar corazones;
toma el mío y transfórmalo.
Que vea el mundo lo poderosa que eres
a favor de aquellos que te aman.
Hazme digno de tu Hijo, hazme santo.
Así lo espero, así sea.
(San Alfonso María de Ligorio)