La santidad no es algo del siglo pasado,es una necesidad actual. Todos podemos ser santos.
Nos acercamos a la celebración de la Cuaresma, que cada año nos brinda la oportunidad de purificar nuestra alma para llegar bien dispuestos a celebrar los misterios de nuestra redención en la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. En esta ocasión quisiera comentar uno de los frutos de una buena vivencia de la Cuaresma, y en definitiva, de una consciente vivencia de nuestra vida cristiana. Se trata de la santidad, un tema al que no estamos acostumbrados porque tenemos ciertos prejuicios o porque se nos habla poco del mismo.
En la actualidad, los medios de comunicación han cobrado una importancia muy grande. Son un factor de notable importancia y con una influencia inmensa en la vida de las personas. Pero la dirección en la que se están dirigiendo es hacia un materialismo y hedonismo aplastantes. No podemos negar que las cosas materiales son importantes para desarrollar nuestra vida de modo normal y cubrir nuestras necesidades, pero no son lo único que existe, aunque parezca que sí porque así nos lo están queriendo hacer creer. ¿A qué voy con todo esto? A decir que estamos dejando caer en el olvido la realidad de que tenemos un alma que también hay que cuidar. Siguiendo la misma acción de los medios de comunicación, quisiera hacer la promoción de algo que todos necesitamos y que debemos adquirir.
I. Los santos han adquirido esta característica vital en sus vidas. Se trata de un modo de vida, de un estilo en el que el centro de todo es Dios. En términos comerciales, vamos a decir que hay una gran oferta y una creciente demanda de este producto. Respondamos primero algunas preguntas que vienen al caso.
- ¿Dios quiere que nosotros seamos felices? Sí, Dios no puede querer otra cosa.
- ¿Dios quiere que nosotros nos realicemos en nuestra vida? Sí, de hecho, es uno de nuestros fines.
- ¿Dios quiere que vivamos una vida recta dentro de sus leyes? ¡Claro! Por eso nos ha dado unos mandamientos para ayudarnos a vivir rectamente nuestra condición de seres humanos conscientes de su dignidad de personas.
- ¿Dios quiere que vivamos en un mundo donde reine la concordia, la comprensión, la paz, la caridad y demás virtudes? ¡Claro que quiere!
Entonces, ¿qué pasa? Algo sucede. ¿Por qué varias cosas de estas no las podemos conseguir, al menos no tan fácilmente? Tal vez porque no estamos siguiendo el procedimiento correcto para obtenerlo.
II. Veamos cómo hay personas que sí lo han logrado. Les presento a una lista de personajes famosos que han logrado cuanto hemos enumerado anteriormente: Teresa de Jesús, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, Juana Francisca de Chantal, Faustina Kowalska, Margarita María de Alacocque, Pío de Pietrelcina, Juan Bosco, Teresa de Calcuta, Maximiliano Kolbe, Isabel de Hungría, Juana Beretta, Juan Pablo II. Sé que los conocen a todos, a unos más cercanos que otros, pero los conocen. Sí, ellos han sido felices, se han realizado, han vivido una vida con Dios, han tenido éxito y han triunfado en la vida.
Pero no hay que creer que ser feliz es igual a no tener problemas. ¡Claro que no! Ellos fueron felices a pesar de sus problemas, se realizaron a pesar de sus defectos, triunfaron a pesar de las dificultades de la vida; pero sobre todo, fueron fieles a Dios, a pesar de sus pecados, porque fueron humildes al reconocer que solos no podían luchar contra sus defectos e inclinaciones al mal, pero con Dios, todo lo podían, y de hecho, lo lograron. Y si ellos pudieron, ¿también nosotros podemos ser santos? ¡Claro, Dios no pone imposibles! La santidad no es cosa de curas y monjas, la santidad es cosa de todos, y como bautizados, es un deber. ¿Y de qué se trata entonces todo esta vida de éxitos?
III. Se trata de la santidad. Claro, como dijimos al inicio, podríamos tener varios prejuicios: es difícil, es para pocos, es costoso, te hace apocado, te saca de la realidad, y un largo etc., etc., etc. ¡No, no piensen así, por favor! La santidad es para todos. Lo que pasa es que tenemos muchos interesados en que no seamos santos. El primero es Satanás, luego el mundo cuando no tiene a Dios, y también nosotros mismos cuando nos movemos por intereses personales, por el pecado y por el placer desmedido. Varios santos, como San Francisco de Sales (que celebramos el mes pasado), fueron precisamente predicadores de la santidad al alcance de todos.
Los santos también tenían sus defectos, muchos sintieron la pereza, la ira, el miedo, las tentaciones contra la castidad, contra la humildad, y mucho más. Pero hubo un momento en el que se decidieron a dejar esa vida en la que se agradaban a ellos mismos y pasaron a agradar a Dios. En ese momento la oración pasó a ser como el alimento que diariamente comían; la bondad y caridad para con los demás pasó a ser como el aire que todos los días respiraban; la aceptación de las cruces pasó a ser como la ropa que todos los días vestían.
¡Tú puedes ser santo, tú puedes ser santa! No tienes que hacer nada especial, sólo déjate guiar por Dios, búscalo, ámalo, y déjate amar. Vive tu vida normal, pero ofrece todo a Dios. Si duermes, ofrécelo a Dios; si comes, ríes, cantas o trabajas, hazlo con Dios y por Él; si eres feliz o tienes dificultades, acércate a Él, pues te dará lo que buscas. Claro, no creas que será fácil, como nada en esta vida es fácil (dímelo tú que sabes lo costoso que es tratar de ser bueno en esta vida), pero ¿quieres hacer la prueba? ¡Te aseguro que nunca te arrepentirás!
Tenemos a María, a Jesús y los santos. Pidámosles que nos ayuden a iniciar decididos este camino de santidad. Acerquémonos más a la oración, a la Eucaristía, a la confesión. La Cuaresma es un tiempo propicio para convertirnos nuevamente a Dios y vivir de acuerdo a lo que Él nos pide por medio de sus leyes, de la Iglesia, de los sacerdotes fieles y entregados a sus almas, por medio de gente buena que vive una vida ejemplar. La santidad no ha pasado de moda. Sigue habiendo santos, lo que pasa es que la verdadera santidad está vestida de humildad y va adornada del silencio y sencillez, virtudes que agradan mucho a Dios. Tal vez estemos en medio de santos y no nos damos cuenta. Pero esto no lo determinamos nosotros, lo hará Dios y lo determinará hasta el final de nuestra vida. El camino de la santidad lo comenzamos nosotros, pero lo termina Dios por nosotros y con nosotros. Sólo los santos, los que aman a Cristo, son capaces de hacer algo por Él, por la Iglesia y por los demás. Sólo ellos dejan huellas que pueden cambiar al mundo. Nuestro mundo necesita santos. Cristo te lo pide, ¡ahora te toca a ti!
En la actualidad, los medios de comunicación han cobrado una importancia muy grande. Son un factor de notable importancia y con una influencia inmensa en la vida de las personas. Pero la dirección en la que se están dirigiendo es hacia un materialismo y hedonismo aplastantes. No podemos negar que las cosas materiales son importantes para desarrollar nuestra vida de modo normal y cubrir nuestras necesidades, pero no son lo único que existe, aunque parezca que sí porque así nos lo están queriendo hacer creer. ¿A qué voy con todo esto? A decir que estamos dejando caer en el olvido la realidad de que tenemos un alma que también hay que cuidar. Siguiendo la misma acción de los medios de comunicación, quisiera hacer la promoción de algo que todos necesitamos y que debemos adquirir.
I. Los santos han adquirido esta característica vital en sus vidas. Se trata de un modo de vida, de un estilo en el que el centro de todo es Dios. En términos comerciales, vamos a decir que hay una gran oferta y una creciente demanda de este producto. Respondamos primero algunas preguntas que vienen al caso.
- ¿Dios quiere que nosotros seamos felices? Sí, Dios no puede querer otra cosa.
- ¿Dios quiere que nosotros nos realicemos en nuestra vida? Sí, de hecho, es uno de nuestros fines.
- ¿Dios quiere que vivamos una vida recta dentro de sus leyes? ¡Claro! Por eso nos ha dado unos mandamientos para ayudarnos a vivir rectamente nuestra condición de seres humanos conscientes de su dignidad de personas.
- ¿Dios quiere que vivamos en un mundo donde reine la concordia, la comprensión, la paz, la caridad y demás virtudes? ¡Claro que quiere!
Entonces, ¿qué pasa? Algo sucede. ¿Por qué varias cosas de estas no las podemos conseguir, al menos no tan fácilmente? Tal vez porque no estamos siguiendo el procedimiento correcto para obtenerlo.
II. Veamos cómo hay personas que sí lo han logrado. Les presento a una lista de personajes famosos que han logrado cuanto hemos enumerado anteriormente: Teresa de Jesús, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, Juana Francisca de Chantal, Faustina Kowalska, Margarita María de Alacocque, Pío de Pietrelcina, Juan Bosco, Teresa de Calcuta, Maximiliano Kolbe, Isabel de Hungría, Juana Beretta, Juan Pablo II. Sé que los conocen a todos, a unos más cercanos que otros, pero los conocen. Sí, ellos han sido felices, se han realizado, han vivido una vida con Dios, han tenido éxito y han triunfado en la vida.
Pero no hay que creer que ser feliz es igual a no tener problemas. ¡Claro que no! Ellos fueron felices a pesar de sus problemas, se realizaron a pesar de sus defectos, triunfaron a pesar de las dificultades de la vida; pero sobre todo, fueron fieles a Dios, a pesar de sus pecados, porque fueron humildes al reconocer que solos no podían luchar contra sus defectos e inclinaciones al mal, pero con Dios, todo lo podían, y de hecho, lo lograron. Y si ellos pudieron, ¿también nosotros podemos ser santos? ¡Claro, Dios no pone imposibles! La santidad no es cosa de curas y monjas, la santidad es cosa de todos, y como bautizados, es un deber. ¿Y de qué se trata entonces todo esta vida de éxitos?
III. Se trata de la santidad. Claro, como dijimos al inicio, podríamos tener varios prejuicios: es difícil, es para pocos, es costoso, te hace apocado, te saca de la realidad, y un largo etc., etc., etc. ¡No, no piensen así, por favor! La santidad es para todos. Lo que pasa es que tenemos muchos interesados en que no seamos santos. El primero es Satanás, luego el mundo cuando no tiene a Dios, y también nosotros mismos cuando nos movemos por intereses personales, por el pecado y por el placer desmedido. Varios santos, como San Francisco de Sales (que celebramos el mes pasado), fueron precisamente predicadores de la santidad al alcance de todos.
Los santos también tenían sus defectos, muchos sintieron la pereza, la ira, el miedo, las tentaciones contra la castidad, contra la humildad, y mucho más. Pero hubo un momento en el que se decidieron a dejar esa vida en la que se agradaban a ellos mismos y pasaron a agradar a Dios. En ese momento la oración pasó a ser como el alimento que diariamente comían; la bondad y caridad para con los demás pasó a ser como el aire que todos los días respiraban; la aceptación de las cruces pasó a ser como la ropa que todos los días vestían.
¡Tú puedes ser santo, tú puedes ser santa! No tienes que hacer nada especial, sólo déjate guiar por Dios, búscalo, ámalo, y déjate amar. Vive tu vida normal, pero ofrece todo a Dios. Si duermes, ofrécelo a Dios; si comes, ríes, cantas o trabajas, hazlo con Dios y por Él; si eres feliz o tienes dificultades, acércate a Él, pues te dará lo que buscas. Claro, no creas que será fácil, como nada en esta vida es fácil (dímelo tú que sabes lo costoso que es tratar de ser bueno en esta vida), pero ¿quieres hacer la prueba? ¡Te aseguro que nunca te arrepentirás!
Tenemos a María, a Jesús y los santos. Pidámosles que nos ayuden a iniciar decididos este camino de santidad. Acerquémonos más a la oración, a la Eucaristía, a la confesión. La Cuaresma es un tiempo propicio para convertirnos nuevamente a Dios y vivir de acuerdo a lo que Él nos pide por medio de sus leyes, de la Iglesia, de los sacerdotes fieles y entregados a sus almas, por medio de gente buena que vive una vida ejemplar. La santidad no ha pasado de moda. Sigue habiendo santos, lo que pasa es que la verdadera santidad está vestida de humildad y va adornada del silencio y sencillez, virtudes que agradan mucho a Dios. Tal vez estemos en medio de santos y no nos damos cuenta. Pero esto no lo determinamos nosotros, lo hará Dios y lo determinará hasta el final de nuestra vida. El camino de la santidad lo comenzamos nosotros, pero lo termina Dios por nosotros y con nosotros. Sólo los santos, los que aman a Cristo, son capaces de hacer algo por Él, por la Iglesia y por los demás. Sólo ellos dejan huellas que pueden cambiar al mundo. Nuestro mundo necesita santos. Cristo te lo pide, ¡ahora te toca a ti!
¡Vence el mal con el bien!
Autor: Francisco Javier Arriola
Fuente:Catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por dejar tu comentario, me alegra el alma