Me pregunto y te pregunto
y sin dejar que me respondas
sé muy bien, oh Señor, lo que ocurre a mi lado
Estoy de vuelta de todo y, a veces, pienso que soy un loco
Tengo ganas de que el mundo se detenga:
que, tanto hombre desesperado,
encontrase en Ti la llave para ser feliz,
que, miles de promesas no cumplidas,
sirvieran para que, de una vez por todas,
entendiésemos que sin Ti…nada…no es posible nada¡
¡Nada sin Ti, Señor!
¿Y aún me resisto a vigilar mi vida cristiana?
¡Ayúdame, oh Jesús, a subir ligero
las escaleras que separan la tierra del torreón más alto
Para que, cuando Tu llegues, me encuentres firme:
con los ojos clavados en el cielo
con mi corazón encendido por la fe
con mis pies pisando en la dirección adecuada
con mis manos ayudando a sembrar esperanzas
con mi rostro iluminado por tu divina gracia.
¿VIGILAR YO? ¿PARA QUÉ SEÑOR?
Te confieso que, frecuentemente,
caigo en la somnolencia espiritual
Que, dioses de cartón o de dulces deseos,
me atrapan y me invitan a desertar de mi vigilancia
Me insisten que ya no eres necesario
que, sin Ti, puedo llevar una vida feliz y cómoda
Por ello mismo, Señor,
porque ni soy feliz ni estoy cómodamente situado
Ayúdame a ser y estar vigilante…esperando.
A permanecer de erguido, inquieto y en vela
aguardando ese fantástico día
en el que, la paz, ya no será un imposible
en el que, el amor, ya no será sólo poesía escrita
en el que, el hombre, ya no será un adversario
Quiero ser, hoy más que nunca,
vigilante de tus promesas y de tu venida,
que me mantengan despierto y contento
el resto de mis días….hasta el momento de tu llegada.
¡VEN, SEÑOR, JESUS!
¡TE ESTOY ESPERANDO!
Javier Leoz Ventura.http://revistaecclesia.com
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