Vivir católico
En un mundo que se va enfriando cada vez más por el odio y la maldad, es necesario que los cristianos practiquemos más la misericordia, porque el mismo Jesús ha prometido en su Evangelio que recibirán misericordia quienes la hayan practicado con los demás. ¡Y cuánta misericordia necesitamos todos los hombres, pues todos somos pecadores!
El mundo de hoy, y su príncipe el demonio, tratan de que se nos endurezca el corazón, y de carne que es, se nos vuelva de piedra. Por eso hay que estar alertas y tener siempre el corazón abierto al prójimo que sufre, porque si somos duros con quienes nos necesitan, entonces Dios será duro con nosotros en el Juicio.
Aprovechemos este gran secreto que nos ha dado Jesús de que si somos misericordiosos, Dios será Misericordioso con nosotros. Entonces hagamos obras de misericordia corporales y espirituales, porque en los prójimos necesitados está el mismo Cristo, y lo que les hacemos o les dejamos de hacer a ellos, se lo hacemos o se lo dejamos de hacer al mismo Señor.
El mundo y el demonio luchan para que nos volvamos malos. Dios, en cambio, quiere que no dejemos de ser buenos y que cada vez lo seamos más, porque de eso se trata la vida cristiana.
Pero si somos misericordiosos no solamente tendremos el premio en la eternidad, sino que ya aquí en la tierra seremos plenamente felices, porque un corazón que practica el bien y la caridad, siente un gozo tan profundo y una felicidad tan suave, que quisiera pasar todo el tiempo haciendo obras de amor y misericordia.
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