domingo, 12 de diciembre de 2010
La Guadalupana, tu madre
“No temas, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?...”
El 12 de Diciembre hasta los más duros se ablandan, van de rodillas ante la Guadalupana.
ROSAS EN EL TEPEYAC
Las veo en la ladera del bosque;
son grandes, muy variadas:
Todas llevan en su cáliz
perlas del rocío de la noche.
Las ha plantado una mano celestial.
La Madre de Dios tiene preferencia
por las rosas de Castilla, le gustan las rosas.
En su jardín del cielo
debe haber plantado rosas a granel,
y deben muchos ángeles cuidarlas con primor.
Son las rosas de la Madre del Señor.
“Rosas en mi jardín no hay ya,
todas han muerto”, diría un día el poeta.
¡Qué tragedia! Mustios pétalos por el suelo
es todo lo que queda de la gloria de las rosas.
Habrá que pedirle a la dueña del Tepeyac
algunos retoños de rosal
de los que plantó en la colina
para plantarlos en el jardín.
Esos rosales siempre ostentan rosas,
son frescas y hermosas;
nunca se marchitan porque son de Ella.
La imagen de Guadalupe
está pintada con pétalos de rosa,
con rocío de la noche, con amor materno.
No importa que el lienzo sea lo más pobre,
porque esa tilma recoge la obra maestra
que un pincel grabó en ella.
¿Un serafín? ¿Sabía pintura la Virgen?
Los de brocha de aquí abajo
no aciertan a descifrar
con qué arte de dibujo
fue impresa tan magnífica pintura
en una tela tan pobre.
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