Dios mío,
fuente de vida y consuelo eterno,
hoy me acerco a ti con humildad,
para pedirte el regalo más precíado: la salud.
Tú que conoces cada rincón
cada latido, cada suspiro.
derrama tu luz sanadora sobre mí,
y fortalece lo que está débil en mi ser.
Haz que mi alma repose en tu paz,
que mi mente se libere del temor
y que mi cuerpo reciba tu bendicíón
como rocío que renueva la tierra.
No te pido riquezas ni grandezas,
solo la fuerza para seguir adelante,
la energía para cuidar de los míos,
y la serenídad para aceptar tu voluntad.
Gracias por cada día que me regalas,
por cada respiro que nace de tu amor,
y por estar conmigo en cada batalla silenciosa.
Amén.
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