“Oh Santo Ángel, a quien la divina Providencia ha confiado el cuidado y custodia de mi alma, vela siempre sobre mí, ayúdame en el momento de la tentación, presenta mis oraciones a Dios, intercede por mí, para que en su bondad infinita, Dios Nuestro Señor se digna concederme el perdón de todos mis pecados, un profundo dolor por haberlos cometido, y todas las gracias que necesito para no ofenderle en adelante; vivir santos, perseverar valientemente y morir en su amor!
Aparta de mí las tentaciones de mi enemigo, obtén del Dios de misericordia lo que yo no pude obtener por mí mismo, ¡que el pensamiento del mal no pueda penetrar en mí, que nunca encuentre un lugar allí! Y si tuviera la desgracia de desviarme del camino por donde me llevó la mano de Dios, ¡ay! Tráeme de vuelta inmediatamente, te lo suplico, siguiendo a mi Salvador.
Cuando me veas en la prueba y el dolor, ora por mí, ayúdame, protégeme, ¡defiéndeme! Noche y día cuídame, guárdame; dirígeme en todas las cosas, acompáñame a todas partes, y sobre todo, cuando llegue mi última hora, oh santo guardián de mi alma, redobla tu celo y tu caridad. Defiéndela de los ataques de los demonios, aléjala de sus vanos temores, problemas, desesperación.
No me dejes, no me abandones hasta que me hayas conducido al cielo, en presencia de Dios Nuestro Señor, de la Santísima Virgen, de todos los ángeles, y de todos los santos, para gozar eternamente contigo de la felicidad que nos será dada por Jesucristo Nuestro Señor, que reina en la eternidad con el Padre y el Espíritu Santo.
Amén.
JeanPierreMartin
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