Dios, en su gracia especial, visita a quienes tienen gran contrición, compasión y verdadero deseo ardiente de él. Ellos son súbitamente liberados del pecado y el dolor y llevados a la dicha tal cómo los santos. Por la contrición somos purificados, por la compasión preparados, por el verdadero deseo ardiente de Dios somos hechos dignos. Estos son los tres medios, según yo comprendí, por los que todas las almas llegan al cielo, es decir, que han sido pecadores en la tierra y serán salvados. Toda alma pecadora debe ser curada por medio de estos remedios. Aunque ya curada, sus heridas son consideradas por Dios como signos gloriosos. En contrapartida de tristezas y penitencias de aquí, que son como un castigo, en el cielo seremos recompensados por el amor bondadoso de nuestro Señor. (…) Él considera el pecado de los que lo aman como tristeza y sufrimiento, sin atribuirles culpa alguna, ya que lo aman. La recompensa que recibiremos allí no será pequeña, sino grande, honorable, gloriosa. Así toda vergüenza se cambiará en gloria y alegría.
En su bondad, nuestro Señor no quiere que sus servidores desesperen por el hecho de sus lamentables y frecuentes caídas, ya que nuestras caídas no son obstáculo a su amor. Su paz y amor están siempre con nosotros, viviendo y actuando. (…) Quiere que sepamos que él es el fundamento de nuestra vida en el amor y nuestro protector eterno. Nos defiende con potencia contra todo tipo de enemigos, esas fieras furiosas contra nosotros. Tenemos gran necesidad de él porque, por nuestras caídas, frecuentemente damos ocasión a los enemigos.
Juliana de Norwich (1342-después de 1416)
reclusa inglesa
Libro de visiones y revelaciones del amor divino (Révélations de l'amour divin, 39).
evangelizo.org
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