Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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miércoles, 1 de enero de 2014

Doce velas para el 2014

Cuando se apagan, las últimas horas de este año 2013, encendemos en lo más hondo de nuestras entrañas los mejores deseos de paz, bienestar y alegría para el mundo. ¿Por qué no encender –ya desde ahora– doce cirios que reflejen nuestra confianza y nuestra fe en Dios?


Esperanza para un mundo que se resiste a ser feliz.
La esperanza se siembra allá donde un cristiano trabaja, vive y piensa.
             
Alegría para el hombre que sube y baja, trabaja y conquista montañas, pero al cual le cuesta sonreir. La alegría es sinónimo de un corazón sano y espiritual.
             
Fortaleza para los momentos de dificultad.
La nochevieja tiene un defecto: nos hace olvidar, por momentos, que “el día siguiente” existe.
             
Fe en Dios. El materialismo no da, por sí mismo, la felicidad al hombre.
Nunca, el ser humano se ha visto tan envuelto en el oropel de la riqueza y, contradictoriamente, tan ansioso e inquieto
             
Paz con los que me rodean. Uno de los fallos que tenemos es el pensar, en la paz que tenemos demasiado lejos.

Volcar nuestros esfuerzos por la fraternidad cerca de nosotros, está a nuestro alcance.         

Conformidad con lo que me acontece y tengo.
Frente al afán de tener, uno vive más feliz, cuando disfruta de verdad con lo que tiene, no con aquello que nunca podrá alcanzar.
             
Ilusión por poner, en cada día del año que comienza, una piedra que vaya edificando algo que merezca la pena. Para nosotros y también para los demás.
             
Animo por empezar de nuevo el camino que dejamos inacabado en la consecución de nuestros proyectos, trabajos o ideales.
Roma no se hizo en un día.
             
Limpieza de ese baúl de recuerdos ingratos y de trastos inservibles que, en el año viejo, nos han aportado pesimismo, desazón o inquietud. El corazón lo agradecerá.         

Altruismo sano y divino para hacer más agradable la vida a los demás.
Una vida sin sensación de “hacer algo por alguien” es como una tinaja que nunca conoció la frescura del agua.
             
Coherencia para vivir según lo que uno cree y no, desde aquellos postulados, que los listos de turno nos dictan.
Dar testimonio de nuestra fe, vivirla y defenderla puede ser un claro síntoma de vivir lo que creemos.   

Constancia en aquello que nos deseamos en las primeras horas de este año. Un defecto que podemos tener es poner la primera piedra y olvidarnos de seguir levantando el hermoso edificio que puede ser estos 365 días.    

P. Javier Leoz

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