La Virgen María, quien, en el anuncio del Ángel, recibió la
Palabra de Dios en su corazón y cuerpo y trajo vida al mundo, es reconocida y
honrada como la verdadera Madre de Dios y el Redentor.
Redimida de una manera muy sublime en consideración a los
méritos de su Hijo y unida a él por un vínculo íntimo e indisoluble, ella está
vestida con la función y la suprema dignidad de la Madre del Hijo de Dios.
Así que ella es la hija favorita del Padre y el templo del
Espíritu Santo; por el don de esta gracia suprema, supera con creces a todas
las demás criaturas celestiales y terrenales.
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