En la solemnidad de
hoy conmemoramos el bautismo de Jesús por San Juan Bautista en las aguas del
río Jordán. Sin tener mancha alguna que purificar, quiso someterse a este rito
de la misma manera que se sometió a las demás observancias legales, que tampoco
le obligaban. Al hacerse hombre, se sujetó a las leyes que rigen la vida humana
y a las que regían en el pueblo israelita, elegido por Dios para preparar la
venida de nuestro Redentor.
Juan cumplió, con energía, la misión de profetizar y suscitar un gran
movimiento de penitencia como preparación inmediata al reino mesiánico.
El Señor deseó ser bautizado, dice San Agustín, «para proclamar con
su humildad lo que para nosotros era necesidad»7.
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