Un cara a cara que se reduce a la vuelta a casa de un hijo que vuelve a casa después de mucho tiempo, volver con llagas que solo un Dios, el Dios llagado, puede curar.
Te miraré y sólo podré llorar, mientras lloro me limpiarás soplando en la herida, porque sabes que si se toca dolerá más, así que soplarás para aliviarme mientras me explicas por qué todo eso, por qué era necesario, pues antes era imposible entender el porqué, se me escapaba a mi pensamiento.
Luego me enseñarás tus llagas y me explicarás que son igual a las mías porque cada llaga mía Tú también la tienes y la llevas; y ahí me daré cuenta que verdaderamente mi Dios es el Dios del amor. Y ese será el momento donde me abrazarás y será un abrazo del que viviré toda la Eternidad.
Me darás la mano y hablaremos mientras que vemos amaneceres eternos, donde la oscuridad y el miedo sólo serán recuerdos, donde cada llaga brilla, donde cada corazón traspasado está coronado, donde el alma vive arrodillada.
Entonces te diré: ¿por dónde empiezo? Y Tú me dirás: por el principio, estaba esperando que me contaras tu vida antes de que la crease.
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