NO OLVIDEMOS EN NUESTRAS ORACIONES DIARIAS A LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO.
Ruega por las Almas del Purgatorio y las de nuestros familiares difuntos.
NO OLVIDEMOS EN NUESTRAS ORACIONES DIARIAS A LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO.
MAYO 9
Por más que no lo quieras, en tu vida no podrás nunca prescindir del dolor; el dolor es una realidad que no depende de nosotros; se nos hace presente, queramos o no queramos; incluso se nos hace encontradizo cuanto menos lo queremos.
Pero si no podemos evitar el dolor, está en nuestras manos el saberle dar un sentido u otro, el adoptar frente a él una u otra posición, muy distinta por cierto una de otra.
Si al sufrir te enojas y protestas, con ello nada bueno consigues; solamente aumentas el sufrimiento y haces daño a tu cuerpo en su parte nerviosa y a tu espíritu en tus relaciones con Dios.
Si al sufrir aceptas el sufrimiento, le das un verdadero sentido, lo conviertes en algo positivo, eficiente, salvador y redentor de ti y de los demás; con ello te estás dignificando.
Si al sufrir llegas a amar al sufrimiento, será porque ya te ha acercado a Dios y has llegado a comprender que no es posible amar sin sufrir, ni sufrir sin amar.
"El sacrificio del justo es aceptado, su memorial no se olvidará; con ojo generoso glorifica al Señor y no escatimes las primicias de tus manos" (Eccli, 35, 6-7). El justo ha de convertir al mero dolor en auténtico sacrificio ofrecido al Señor con amor y por amor.
Padre Nuestro...
Porque el hombre que pronto saldrá al balcón central de la Basílica de San Pedro no reclama un trono, sino que abraza una cruz. No es un vencedor, sino un cordero sacrificial elegido para liderar un mundo cansado.
En ese mismo momento, podría estar en la pequeña y escondida "Capilla de las Lágrimas" junto a la Capilla Sixtina, llorando. No de triunfo, sino con asombro y temor, preguntándole a Dios: "¿Por qué yo?".
Relatará sus debilidades. Enumerará todas las razones por las que se siente indigno. Pero Dios no necesitará fuerza; Él dará misericordia.
Este hombre cargará con todo el peso del oficio de Pedro. Se cansará. Sufrirá en silencio. Envejecerá, quizás demasiado pronto. No se retirará en la comodidad. Morirá sirviendo.
Su carga será invisible para muchos, pero su alma la sentirá a diario. Cuando vean el humo blanco... oren por él. No está entrando en la gloria, sino en el sacrificio.
Una historia hermosa y piadosa que recuerda la ternura de la Creación hacia el Redentor.
Durante la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, no solo se estremecía la tierra y los corazones humanos ante tan cruel suplicio; también los animales del cielo y de la tierra parecían guardar silencio. Las aves detuvieron su canto, como esperando en sobrecogedora quietud el desenlace de aquel trágico misterio.
Entre ellas, un pequeño pajarito de plumas blancas y alas azules no podía apartar la mirada del Hombre ensangrentado, azotado con látigos de puntas de plomo que abrían surcos dolorosos en su espalda. El ave observaba con asombro y tristeza cómo los soldados bárbaros clavaban al Salvador en la cruz y le colocaban una corona de espinas gruesas y largas, arrancadas del sicomoro, sobre su cabeza santa. Se burlaban de Él, lo golpeaban con cañas y jugaban a los dados por su túnica sin costura.
En medio de aquella crueldad, el ave notó que una espina se había desprendido de la corona y se había clavado profundamente en la frente de Jesús. Movida por compasión, voló suavemente hasta acercarse al rostro del Señor. En sus ojos encontró una súplica silenciosa. Aunque no tenía cómo pagarle, ni fuerza ni herramientas, el ave se atrevió. Con todo su valor y sus pequeñas fuerzas, tiró de la espina con su pico hasta lograr sacarla. En ese momento, un chorro de sangre le empapó la cabeza, tiñendo sus plumas blancas de un rojo profundo.
Jesús le dirigió una mirada tierna y agradecida. Aunque no pudo hablarle con palabras, su mirada decía:
“Desde ahora llevarás este color como signo de tu amor y valor. Serás príncipe entre las aves.”
En ese momento, Jesús expiró. Y desde entonces, cuenta la leyenda, el pajarito —ahora con la cabeza teñida de rojo púrpura— recibió el nombre de cardenal. Avergonzado de su mancha, fue a mirarse en el río y trató de lavarse, pero el color ya no desapareció. Comprendió que era un regalo, una marca de amor.
Por eso, aún hoy, los cardenales de la Iglesia Católica llevan sobre su cabeza una quipa púrpura, como símbolo de que son príncipes del Reino, llamados a servir con humildad a Cristo crucificado.
Espíritu Santo, alma de la Iglesia, tú que soplaste sobre las aguas del caos y diste origen a la vida, sopla ahora con fuerza sobre el Colegio de Cardenales. Ilumina sus mentes, purifica sus intenciones, y guía sus corazones hacia tu voluntad santa.
Ven, Espíritu de Sabiduría, para que elijan al Pastor según el corazón del Padre. Ven, Fuego Divino, enciende el celo apostólico en aquel que será llamado a ser siervo de los siervos de Dios.
Que no hablen los cálculos humanos, ni prevalezcan las divisiones, sino que reine la voz suave y poderosa de tu inspiración. Haz que el nuevo Sucesor de Pedro sea un signo vivo de tu presencia en medio del mundo: padre para los pobres, maestro de la verdad, profeta de esperanza y constructor de unidad.
María, Esposa del Espíritu y Madre de la Iglesia, intercede en este tiempo sagrado. Haz que en el silencio del Cónclave se escuche la voz de tu Hijo. Amén.
Amén
Cristo dijo: «!El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed!» (...) Y el salmista dice: «El pan que da fuerza al hombre» y «el vino que le alegra el corazón» (103,15). Para los que creen en él, Cristo es alimento y bebida, pan y vino. Pan que fortalece y refuerza (...), bebida y vino que alegra (...). Todo lo que en nosotros es fuerte y sólido, gozoso y alegre, que nos ayuda a cumplir los mandamientos de Dios, a soportar el sufrimiento, a cumplir con la obediencia y defender la justicia, todo esto lo podemos realizar gracias a este pan que es fuerza y a ese vino que es gozo. ¡Dichosos los que obran con fuerza y alegría! Y puesto que nadie lo puede lograr por sí mismo, dichosos los que desean ardientemente llevar a la práctica lo que es justo y honesto, y en todas las cosas se ven fortalecidos y alegrados por aquel que ha dicho: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5,6). Si Cristo es el pan y la bebida que ahora aseguran la fuerza y el gozo de los justos ¿cuánto más lo será en el cielo cuando él se dará a los justos sin medida?
Fijémonos en que, en las palabras de Cristo (...), a este alimento que permanece para la vida eterna se le llama pan del cielo, verdadero pan, pan de Dios, pan de vida (...). Pan de Dios para distinguirlo del que prepara y hace el panadero (...); pan de vida, para distinguirlo de este pan que se corrompe, que ni es la vida ni la da, sino que con trabajo la conserva y sólo por un tiempo. Aquél, por el contrario, es vida, da vida, conserva una vida que nada debe a la muerte.
Balduino de Ford (¿-c. 1190)
abad cisterciense, después obispo
El sacramento del altar II, 3 (Cfr SC 93).evangelizo.org
Salve, custodio del Redentor
y esposo de la Virgen María.
A ti Dios confió a su Hijo,
en ti María depositó su confianza,
contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José,
muéstrate padre también a nosotros
y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía,
y defiéndenos de todo mal.
Amén.
El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado. (Camino, 558)
En nuestras relaciones con Nuestra Madre del Cielo hay también esas normas de piedad filial, que son el cauce de nuestro comportamiento habitual con Ella. Muchos cristianos hacen propia la costumbre antigua del escapulario; o han adquirido el hábito de saludar ‑no hace falta la palabra, el pensamiento basta‑ las imágenes de María que hay en todo hogar cristiano o que adornan las calles de tantas ciudades; o viven esa oración maravillosa que es el santo rosario, en el que el alma no se cansa de decir siempre las mismas cosas, como no se cansan los enamorados cuando se quieren, y en el que se aprende a revivir los momentos centrales de la vida del Señor; o acostumbran dedicar a la Señora un día de la semana –precisamente este mismo en que estamos ahora reunidos: el sábado–, ofreciéndole alguna pequeña delicadeza y meditando más especialmente en su maternidad.
Hay muchas otras devociones marianas que no es necesario recordar aquí ahora. No tienen por qué estar incorporadas todas a la vida de cada cristiano ‑crecer en vida sobrenatural es algo muy distinto del mero ir amontonando devociones‑, pero debo afirmar al mismo tiempo que no posee la plenitud de la fe quien no vive alguna de ellas, quien no manifiesta de algún modo su amor a María. (Es Cristo que pasa, 142)
Fuente:Opusdei
Vayan a la santa comunión cada vez que la bondad d Dios lo permite. “No me atrae para nada”, dicen. Oh, no importa, no dejen de ir. Es Dios que las llama. No hay remedio más eficaz contra las enfermedades de nuestras almas. Es con la santa comunión que tenemos que fortificarnos, a ella decir nuestras penas, ya que es ahí que está el verdadero médico que sabe los remedios convenientes. Es ahí que tenemos que ir para estudiar el amor, el sostén mutuo, la cordialidad, el ejemplo del prójimo y todas las otras virtudes que nos son necesarias.
Hijas mías, vayan cuando Jesucristo las llama, no miren si son portadas por una atracción o gusto sensible. Su enemigo ensayará con todo su poder para impedir que se acerquen, con el fin de frustrar las gracias que Dios quiere darles, para hacerlas entrar en la práctica de las divinas virtudes de su Hijo.
San Vicente de Paúl (1581-1660)
presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad
Conversaciones con las Hijas de la Caridad, 22 octubre 1646 (Entretiens aux Filles de la Charité, IX, Gabalda), trad. sc©evangelizo.org
ORACIÓN AL SANTO ÁNGEL DE LA GUARDA PIDIENDO DEFENSA Y PROTECCIÓN:
"Por cada Santa Misa celebrada u oída con devoción, muchas almas salen del Purgatorio, y a las que allí quedan se les disminuyen las penas que padecen". San Gregorio Magno
Las almas del purgatorio pueden ser intercesores
Santa Catalina de Siena decía que las almas del purgatorio que han sido libradas de sus penas nunca se olvidarán de sus benefactores en la tierra e intercederán por ellos ante Dios. Además, cuando esa persona llegue al cielo, ellas saldrán a recibirlo.
***********
Además sus plegarias protegen a sus amigos de los peligros y los ayudan a superar dificultades. Santa Catalina de Bologna expresó en una ocasión: “He recibido muchos y grandes favores de los Santos, pero mucho más grandes de las Santas Almas (del Purgatorio)”.
*************
San Juan Masías era otro santo que tenía una gran devoción por las ánimas del purgatorio y con sus oraciones, especialmente el Rosario, logró liberar a un millón cuatrocientas mil. Como retribución, obtuvo extraordinarias y abundantes gracias y ellas lo consolaron en su muerte.
Por cada pecado mortal perdonado, un alma debería pasar siete años en el purgatorio. Esta revelación fue hecha en Santa Françoise Romana.
Según las revelaciones a los santos, uno se da cuenta de que el purgatorio no es un campamento de vacaciones, sino un lugar de purificación intensa casi tan terrible como el infierno. "Aquí, una hora de tormento será más terrible que cien años de penitencia rigurosa que pasaron aquí" (Imit. , I, 24).
La principal diferencia con el infierno es que los que van al purgatorio ya están salvados, eso significa que el sufrimiento terminará cuando se paguen las penalizaciones debidas (puede tardar 1 año o varios siglos), mientras que este x que están condenados al infierno sufrirán x siempre.
Debido a estas y otras revelaciones, nos damos cuenta que no es un buen negocio apostar por el purgatorio, también porque existe el riesgo de apuntar al purgatorio pero de golpear al infierno.
Estos son algunos consejos importantes para evitar el purgatorio:
1 - Eliminar las causas del pecado y luchar contra toda tentación.
2 - Penitencia (Ofrecer pequeños sacrificios a Dios).
3 - Aceptar el sufrimiento - la voluntad de Dios. (Ejemplo: No quejarse del calor, del frío).
4 - Sacramentos (Confesión, Eucaristía)
5 - Oración (Tener una Santa Muerte y que me liberen del purgatorio).
6 - Aceptar la muerte (Aceptar la muerte como Dios quiere).
SEÑOR MÍO, AHORA ACEPTO BUENA VOLUNTAD, Y RECIBO CON ALEGRÍA Y RESIGNACIÓN EL GÉNERO DE LA MUERTE QUE TE PROVEE TU DOLOR Y SUFRIMIENTO.
7 - Unción de los enfermos
8 - Salvar un alma (ayudar a un alma a salir del pecado).
9 - Las indulgencias (parciales y plenarias).
El mar es el símbolo del mundo actual, agitado por la tempestad de los asuntos y la marejada de la vida caduca. La orilla firme es la figura del reposo eterno. Los discípulos trabajan en el mar ya que todavía siguen en la lucha contra las olas de la vida mortal. Pero nuestro Redentor, está en la orilla pues ya ha superado la condición de una carne frágil. Por medio de estas realidades naturales, Cristo nos quiere decir, a propósito del misterio de su resurrección: “No me aparezco ahora en medio del mar porque ya no estoy con vosotros en el bullicio de las olas”. (Mt 14,25)
Por esto dice a los discípulos: “Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo escrito sobre mí...” (cf Lc 24,44) De aquí en adelante, ya no estaba con ellos de la misma manera. Estaba allí, apareciendo corporalmente a sus ojos, pero...su carne inmortal distaba mucho de sus cuerpos mortales. Su cuerpo en la orilla, cuando ellos todavía navegaban por el mar, indica bien a las claras que él había superado aquel modo de existencia, pero que no obstante estaba con ellos.
San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio, nº 24.evangelizo.org
Intimidad con Dios=Santidad
¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza. Porque nos falta fe: ¡bienaventurada tú, que has creído! Porque se cumplirán las cosas que se te han declarado de parte del Señor.
Maestra de caridad. Recordad aquella escena de la presentación de Jesús en el templo. El anciano Simeón aseguró a María, su Madre: mira, este niño está destinado para ruina y para resurrección de muchos en Israel y para ser el blanco de la contradicción; lo que será para ti misma una espada que traspasará tu alma, a fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos. La inmensa caridad de María por la humanidad hace que se cumpla, también en Ella, la afirmación de Cristo: nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos. (Amigos de Dios, 286)
Fuente: opusdei
Cada 3 de mayo, en muchos lugares -especialmente de Iberoamérica- se conmemora la “Fiesta de las Cruces” o “el día de la Cruz de Mayo”, una hermosa y muy arraigada tradición católica llena de expresiones de religiosidad popular en honor al símbolo mayor de la cristiandad: la cruz.
Sus raíces históricas se extienden hasta los tiempos del cristianismo primitivo, en Jerusalén, donde surgió la veneración a la cruz de Cristo. No obstante es durante el siglo XVII, en España, cuando la devoción a la cruz cobra una fuerza e impulso renovado. Hoy, con el mismo cariño y cuidado, los devotos, repartidos por el mundo, conservan muchas de las antiguas prácticas y tradiciones.
La ‘Invención’ de la Santa Cruz
En el rito romano esta festividad recibe el nombre de ‘Invención de la Santa Cruz', en alusión al hallazgo del madero en el que Cristo fue crucificado. La voz ‘invención’ es la traducción del término latino ‘invenio’, cuyo significado es ‘descubrimiento’. Precisamente es eso lo que se celebra: el descubrimiento de la cruz de Cristo por Santa Elena (c.250-330), ocurrido el 3 de mayo de 366.
Esta festividad, como se ha señalado, recibe también el nombre de ‘Día de la Cruz’ o ‘Día de la Santa Cruz’.
Con especial fervor, las celebraciones se realizan en ciudades de España, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Paraguay, Perú; Trinidad y Tobago, Argentina, Colombia y Venezuela. En cada ciudad, los lugareños suelen intervenir el espacio público con cruces cubiertas de coloridas flores, mientras que por las calles se realizan procesiones, bailes o desfiles. También se llevan a cabo peregrinaciones o caminatas hacia la cumbre de alguna montaña que esté coronada por una cruz. Allí, entre cantos y oraciones, los fieles colocan arreglos florales o “visten" (adornan) la cruz.
"Con este signo vencerás"
De acuerdo a un antiquísimo relato, en el siglo IV, el todavía emperador pagano Constantino (hijo de Santa Elena) tenía que librar una batalla contra Majencio, con quien disputaba el poder total sobre el Imperio. La noche anterior al combate, Constantino tuvo un sueño en el que vio una cruz luminosa en los aires y escuchó una voz que le decía: "Con este signo vencerás".
Al día siguiente, antes de empezar la batalla, Constantino mandó colocar cruces en los estandartes de sus batallones, y exclamó: "Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena". Ese día, la victoria fue contundente y Constantino ganó el derecho a ser el único emperador. En agradecimiento, Constantino concedió libertad a los cristianos encerrados en las prisiones imperiales.
Después de estos sucesos, Santa Elena, madre de Constantino, viajó a Jerusalén con la intención de encontrar la Santa Cruz en la que Jesucristo murió. En las excavaciones que se realizaron en los alrededores del lugar llamado Gólgota fueron encontradas tres cruces, con lo que surge el dilema sobre cuál de las tres cruces sería la del Señor.
Las tres cruces
De acuerdo a un antiguo relato, un grupo de soldados romanos, con la intención de saber cuál era la Cruz en la que murió Jesús, llevó al lugar del hallazgo a una mujer agonizante. Estos le ordenaron a la mujer que tocara la primera cruz. Sus malestares se agravaron y la enfermedad empeoró en cuestión de minutos. Cuando tocó la segunda cruz, la mujer no mostró cambio ni mejoría alguna, pero al tocar el tercer madero, recuperó la salud de inmediato.
Santa Elena, junto al obispo de Jerusalén y los fieles presentes sacaron aquella cruz en procesión por las calles de la Ciudad Santa. En el camino, el cortejo se cruzó con una viuda que llevaba a enterrar a su hijo. A alguno de los que estaba allí se le ocurrió acercar el cadáver del joven a la cruz y, para desconcierto de todos, el joven volvió a la vida.
Nota litúrgica
Por siglos de siglos, la gran celebración de la cruz ha sido el 3 de mayo, desde Jerusalén hasta Roma, pasando por España e Hispanoamérica.
Sin embargo, tras la reforma de la liturgia romana impulsada por San Juan XXIII a través del motu proprio “Rubricarum instructum” [conjunto de rúbricas], la fiesta de la Cruz de Mayo perdió importancia en relación a la ‘Exaltación de la Santa Cruz’ que se celebra cada 14 de septiembre. En esa fecha se recuerda el aniversario de la consagración de la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén (año 335), tras el hallazgo de la cruz realizado por Santa Elena.
A pesar del cambio de fecha, la fiesta continúa celebrándose con entusiasmo, inclusive incorporándose al espíritu de la “Pascua Florida”, allí donde la alegría por la Resurrección del Señor se une con la belleza de la primavera o el cambio de estación.
Fuente: ACIPrensa
Mis hermanas, ustedes saben que las conferencias le sirvieron a Nuestro Señor para el establecimiento de su Iglesia. Desde el día en que reunió a sus apóstoles, se las impartió; después, cuando su Compañía fue más grande y tuvo apóstoles y discípulos, a veces tuvo también con ellos asambleas. Y fue en una conferencia como esa que Felipe, cuya fiesta celebramos este día, dijo a Nuestro Señor: « Señor, nos hablas de tu Padre, pero has que veamos al Padre»; y Nuestro Señor le respondió: «Quien me ve, ve al Padre; mi Padre y yo somos uno».
Los apóstoles compartían sus dificultades en esas conferencias, y Nuestro Señor les respondía. Les hablaba del crecimiento de la Iglesia y de los medios que servían a Dios para hacerla florecer. De manera, mis queridas hermanas, que podemos decir, y es cierto, que el mismo Jesucristo instituyó las conferencias y las utilizó para el comienzo, el progreso y la perfección de su Iglesia. Después de su muerte y de su gloriosa ascensión, las instrucciones que se daban a los fieles se hacían por medio de los apóstoles y sacerdotes bajo la forma de conferencias. No había sermones; cuando los cristianos estaban reunidos, comenzaba la conferencia.
San Vicente de Paúl (1581-1660)
presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad
Entrevistas a las Hijas de la Caridad, Conferencia del 1ero de mayo de 1648. (Trad. ©Evangelizo.org).
A ti clamo,
Sagrado Corazón de Jesús,
para entregarte mi vida,
en ti confío plenamente.
Fortalece mi espíritu,
guía mis pasos,
aumenta mi fe, y dame valentía
para superar toda prueba,
sabiendo que tu misericordia
me sostiene siempre.
Amén.
Señor, lavados y purificados en lo más profundo de nosotros mismos, vivificados por tu santo Espíritu, saciados por tu Eucaristía, haz que nosotros compartamos la gracia que ha sido parte de los santos apóstoles que han recibido el sacramento de tu mano. Desarrolla en nosotros el deseo y la voluntad de seguirte, como miembros tuyos (1Co 12,27) para que nosotros seamos dignos de recibir de ti la sabiduría y la experiencia de tu alimento espiritual.
Desarrolla en nosotros el celo de Pedro para rechazar toda voluntad contraria a la tuya, ese celo que Pedro demostró en la Cena... Desarrolla en nosotros la paz interior, la determinación y la alegría que gustó Juan, inclinado sobre tu hombro (Jn 13,25), que podamos adquirir tu sabiduría, que aprendamos el gusto de tu dulzura, de tu bondad. Desarrolla en nosotros una fe recta, una esperanza firme y una caridad perfecta.
Por intercesión de los santos apóstoles y de todos los discípulos bienaventurados, haznos recibir de tu mano el sacramento, haznos evitar sin dudar la traición de Judas e inspira en nuestro espíritu aquello que tu Espíritu ha revelado a los santos que están en el cielo. Haz todo esto, Tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad de un mismo Espíritu desde el principio hasta el fin de los siglos.
Amén.
San Alberto Magno (c. 1200-1280) dominico
Libro sobre los sacramentos.evangelizo.org
Cada 1 de mayo, la Iglesia Católica celebra a San José Obrero, Padre y Custodio del Señor, a quien hoy recordamos como “Patrono de los trabajadores”.
San José, esposo de la Virgen y padre adoptivo de Jesús, conoció muy bien el mundo del trabajo: fue carpintero –y muy probablemente también albañil–, y con su sudor procuró el sustento diario para su hogar, la casa de la Sagrada Familia.
Día mundial del trabajo
La fiesta de San José Obrero coincide con el ‘Día Internacional de los Trabajadores’, llamado en ciertos lugares simplemente ‘Primero de Mayo’. En este día se conmemora la fundación del movimiento obrero mundial, el ‘Día Mundial del Trabajo’.
El Venerable Papa Pío XII instituyó la festividad de San José Obrero en 1955, en presencia de un grupo numeroso de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
El Santo Padre pidió en esa oportunidad que “el humilde obrero de Nazareth, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias”.
Pío XII quiso también que el Custodio de la Sagrada Familia “sea, para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo”.
Santidad y trabajo
Por su parte, San Juan Pablo II, en su encíclica “Laborem exercens” [Al ejercer el trabajo], dedicada al tema del trabajo humano, destacaba que “mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido ‘se hace más hombre’”.
Con estas palabras, el Papa Peregrino subrayaba entre líneas la importancia de San José en la comprensión y santificación del trabajo, es decir, cómo la figura del padre adoptivo de Jesús es inspiración, ejemplo y compañía en el camino que los seres humanos recorremos para santificarnos y realizarnos, a través del trabajo concreto que toque desempeñar.
Posteriormente, durante el Jubileo de los Trabajadores del año 2000, el Papa polaco añadiría:
“Queridos trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo… El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico”.
San José, poderoso intercesor en las dificultades laborales
San José es modelo e inspiración para todo ser humano que desea asumir el trabajo desde una perspectiva espiritual. En ese sentido, el trabajo debe ser siempre una actividad auténticamente humana, que brinde realización y satisfacción al corazón humano y no sea solo medio para producir “cosas”.
Sin su sentido sobrenatural, el trabajo se convierte en ocasión de viejas y nuevas esclavitudes, instrumentalización o manipulación. Por eso, como San José, cada persona que trabaja o da trabajo debe mirar al cielo y trascender lo puramente material, que siendo importante no agota toda la realidad. Es Dios quien corona todo esfuerzo en búsqueda del bien común y la plenitud.
San José, obrero y trabajador, es poderoso intercesor frente a la injusticia, auxilio para que no falte lo necesario y asistencia para quienes están desempleados o en búsqueda de un nuevo empleo.
Fuente: ACIprensa
Señor mío y Dios mío, hoy me acerco a Ti con el corazón desnudo de todo orgullo, para reconocerte como el Autor de mi vida y el Dueño de mi historia. Vengo, Señor, a darte gracias: por el soplo de vida que me sostienes, por las batallas que luchas conmigo, por las lágrimas que recoges en Tu corazón, y por las alegrías que siembras en mi alma. Gracias por Tu amor que no se cansa, por Tu misericordia que me rehace cada día, y por Tu paciencia que me espera incluso cuando me extravío. Recibe, Señor, este pequeño acto de gratitud, como incienso que sube hasta Tu trono, y haz de mi vida un canto que siempre te alabe. Amén.
Fuente: Angel Baroci
Resplandor de la gloria del Padre
Luz de Luz
Fuente de toda luz,
Día que iluminas el día.
Llenos de fe y confianza,
presentimos la dicha
de ser iluminados por Aquél
que es el resplandor de la gloria del Padre.
Escúchanos, oh Dios,
Creador del mundo, esplendor de la gloria del Padre,
ante quien teme nuestra alma
cuando ha perdido la gracia.
Tú, luz y resplandor del Padre,
nuestra perenne esperanza,
acoge las súplicas que tus siervos elevan
desde todos los rincones de la tierra.
Jesús, resplandor del Padre,
María, Madre de Dios,
José, custodio
de esas dos prendas sagradas.
Oh Padre, fuente de todas las gracias,
oh Hijo, esplendor de la gloria del Padre,
oh Espíritu Santo,
Amor eterno de ambos.
Oh Cristo, esplendor del Padre,
vida y vigor de las almas, en la presencia de los Ángeles,
te ensalzamos con el corazón y los labios,
alternando nuestro canto con sus voces.
Concédenoslo así, oh Padre de las luces,
por medio de tu Hijo
que con el Espíritu Santo,
reina y nos gobierna por los siglos de los siglos.
Oh Dios, Luz del Cielo y Padre de toda luz,
que con poderío admirable
has desplegado la bóveda celeste y la sostienes
con tu paternal providencia.
Liturgia latina
Himno para Laudes, atribuido a san Ambrosio, "Splendor paternae gloriae"
Fuente:evangelizo.org
El pastor de todos ha bajado
a buscar a Adán, la oveja perdida
la puso sobre sus hombros y subió
ofreciéndose como sacrificio al amo del rebaño (Lc 15,4; Jn 10,11).
¡Bendito su descenso a nosotros!
Como rocío y lluvia vivificante
descendió sobre María, la tierra agostada
Grano de trigo, encerrado en la tierra
germina en pan tierno (Jn 12,24).
¡Bendita sea su ofrenda!
Desde arriba descendió el poder hacia nosotros
en el seno de la Virgen brilló la esperanza
de la tumba, la vida ha surgido para nosotros
Está sentado a la derecha del Padre como Rey nuestro.
¡Bendita su gloria!
Descendió como torrente desde las alturas
brota de María como retoño
colgado del leño como un fruto
sube al cielo como ofrenda de primicias.
¡Bendita su voluntad!
San Efrén (c. 306-373)
Diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Himno 1 sobre la Resurrección.evangelizo.org