Estamos transcurriendo este día que la Providencia amorosa de Dios
nos ha concedido, y podemos tener la tentación de decir que mañana haremos tal
cosa, mañana seremos mejores, mañana perdonaremos, etc. Pero debemos pensar que
el día de mañana quizás no se nos conceda, por eso tenemos que comenzar a hacer
las cosas hoy, ahora, ya.
Hay un dicho que dice: “No dejes para mañana lo que puedes
hacer hoy”, y es una gran verdad, especialmente en lo que respecta a
nuestra conversión y santificación. Hoy estamos vivos, pero mañana ¿quién sabe
si amaneceremos?
Al menos, si vamos a programar el futuro, digamos: Mañana, si
Dios quiere, haré tal cosa, iré a tal lugar, etc.
Pero comencemos hoy mismo a ser más buenos, más santos. ¡Ya tenemos
que hacer lo poco o mucho que el Señor nos permite hacer, con alegría y dándole
gracias que estamos vivos para poder obrar de acuerdo a su voluntad!
Nosotros no lo pensamos, pero también cada vez que caemos enfermos
y nos componemos, es una nueva oportunidad que nos da el Señor para mejorar y
ser más buenos y santos.
Cuando la enfermedad no es mortal, debe servirnos para que, al
curarnos de ella, empecemos una vida renovada, tratando de aprovechar mejor el
tiempo para hacer buenas obras, y así atesorar para el Cielo.
Dios es bueno y con estas pequeñas o grandes cruces de las
enfermedades y dolencias, nos quiere despertar del letargo en que a veces hemos
caído, para hacernos recordar que lo importante en esta vida es lo que hacemos
para la otra vida, pues todo lo actuado en la tierra, tiene peso para el más
allá.
Así que si estamos enfermos o sufriendo por algún motivo, pidámosle
al Señor que nos cure y nos alivie, prometiéndole que si lo hace, en adelante
le seremos más fieles de lo que le hemos sido hasta ahora.
Lo mejor sería que no esperáramos a caer enfermos y luego
recuperarnos para cambiar de vida, sino que ya mismo comencemos a vivir en
plenitud, agradando a Dios y ayudando a los hermanos.
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