Señor,
al encender esta cuarta vela de Adviento,
nuestro corazón reconoce que Tu venida está muy cerca.
La espera se vuelve silencio atento,
y el deseo se transforma en esperanza confiada.
Tú llegas en la humildad del amor que se ofrece.
Enséñanos a preparar el lugar donde quieres nacer:
purifica nuestra mirada,
serena nuestros miedos,
libera nuestro corazón de todo lo que no viene de Ti.
Que esta luz morada, signo de conversión y vigilancia, nos recuerde que vale la pena esperar,
que Tu promesa no defrauda y que Tu fidelidad sostiene cada paso del camino.
Haznos custodios del asombro, capaces de reconocer Tu presencia
en lo pequeño, en lo sencillo, en lo cotidiano.
Que cuando llegue la noche santa, nuestro corazón esté despierto, disponible y lleno de Ti.
Amén.
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