Una historia hermosa y piadosa que recuerda la ternura de la Creación hacia el Redentor.
Durante la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, no solo se estremecía la tierra y los corazones humanos ante tan cruel suplicio; también los animales del cielo y de la tierra parecían guardar silencio. Las aves detuvieron su canto, como esperando en sobrecogedora quietud el desenlace de aquel trágico misterio.
Entre ellas, un pequeño pajarito de plumas blancas y alas azules no podía apartar la mirada del Hombre ensangrentado, azotado con látigos de puntas de plomo que abrían surcos dolorosos en su espalda. El ave observaba con asombro y tristeza cómo los soldados bárbaros clavaban al Salvador en la cruz y le colocaban una corona de espinas gruesas y largas, arrancadas del sicomoro, sobre su cabeza santa. Se burlaban de Él, lo golpeaban con cañas y jugaban a los dados por su túnica sin costura.
En medio de aquella crueldad, el ave notó que una espina se había desprendido de la corona y se había clavado profundamente en la frente de Jesús. Movida por compasión, voló suavemente hasta acercarse al rostro del Señor. En sus ojos encontró una súplica silenciosa. Aunque no tenía cómo pagarle, ni fuerza ni herramientas, el ave se atrevió. Con todo su valor y sus pequeñas fuerzas, tiró de la espina con su pico hasta lograr sacarla. En ese momento, un chorro de sangre le empapó la cabeza, tiñendo sus plumas blancas de un rojo profundo.
Jesús le dirigió una mirada tierna y agradecida. Aunque no pudo hablarle con palabras, su mirada decía:
“Desde ahora llevarás este color como signo de tu amor y valor. Serás príncipe entre las aves.”
En ese momento, Jesús expiró. Y desde entonces, cuenta la leyenda, el pajarito —ahora con la cabeza teñida de rojo púrpura— recibió el nombre de cardenal. Avergonzado de su mancha, fue a mirarse en el río y trató de lavarse, pero el color ya no desapareció. Comprendió que era un regalo, una marca de amor.
Por eso, aún hoy, los cardenales de la Iglesia Católica llevan sobre su cabeza una quipa púrpura, como símbolo de que son príncipes del Reino, llamados a servir con humildad a Cristo crucificado.
CorazonDeMaria