“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo” (Mt 5,16). ¿Cómo no reconocer la presencia de Dios donde aparece una auténtica virtud? Ella no existe sin Dios y no obtiene lo que pertenece a Dios sin ser fortificada por el Espíritu creador.
El Señor dijo sus discípulos: “El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer” (Jn 15,5). Quiere decir que el que hace el bien tiene de Dios la realización de su obra y el inicio de su deseo. Por eso el Apóstol sin cesar exhorta a los creyentes con estas palabras: “Trabajen por su salvación con temor y temblor… Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor” (Flp 2,12-13). He aquí lo que puede inspirar a los cristianos el temor de estar privados de la gracia y abandonados a su debilidad natural, para poder realizar las buenas obras. (…)
A los que el Señor dice “El Reino de Dios está dentro de ustedes” (Lc 17,21), sólo obran por el Espíritu del que los conduce con su voluntad. Sabiendo mis hermanos que “Dios es amor” (1Jn 4,16), él, que es “todo en todos” (1 Cor 12,6), busquen la caridad a fin que todos los creyentes se unan en un mismo sentimiento de puro amor.
San León Magno (¿-c. 461)
papa y doctor de la Iglesia
Sermón para Epifanía (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1972), trad. sc©evangelizo.org
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