Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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ACI prensa

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miércoles, 25 de junio de 2025

Todo árbol bueno produce frutos buenos

(Mt 7,17)

 
Mis hermanos, Jesucristo no podía darnos pruebas más claras y ciertas para hacernos distinguir entre los buenos y malos cristianos, que al decirnos que los conoceremos no por sus palabras sino por sus obras. “Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos” (Mt 7,18). Si, mis hermanos, un cristiano que sólo tiene una falsa devoción, una virtud afectada que es únicamente externa, no puede impedir ni evitar que surjan disturbios de su corazón, ya sea en palabras o en actos. Es común esa virtud aparente, esa hipocresía. (…) Veremos en el juicio que muchos cristianos han vivido una religión según su propio capricho, humor o debilidad, y que pocos cristianos en su obrar han buscado a Dios solo.

 
En primer lugar, podemos decir que un cristiano que quiere sinceramente trabajar a su salvación, no debe contentarse con hacer buenas obras, sino también saber por qué y cómo las hace. En segundo lugar, podemos decir que no es suficiente “parecer” virtuoso sino que hay que serlo en el corazón. Hermanos míos, me preguntarán cómo saber si una virtud es verdadera y nos conduce al cielo. Para que una virtud plazca a Dios, debe tener tres condiciones: que sea interior y perfecta, que sea humilde y sin retorno sobre sí misma, que sea constante y perseverante. Si en lo que hacen, ven esas condiciones, estén seguros que están trabajando por el cielo.

 

  San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
Sermón para el 7º Domingo después de Pentecostés (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad. sc©evangelizo.org 

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