El Señor dice en el Evangelio: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26). El Padre envió el Espíritu en el nombre del Hijo, para la gloria del Hijo, para manifestar la gloria del Hijo.
Les dice “les enseñará todo” para que sepan, y “les recordará lo que les he dicho” (Jn 14,26), exhorta. La gracia del Espíritu da el saber y el querer. Por eso cantamos en la misa de este día “¡Ven Espíritu Santo, penetra en el corazón de tus fieles!”, para que tengan la ciencia “¡que sean abrasados por el fuego de tu amor!” para que tengan el deseo de traducir en hechos lo que saben. Por eso también cantamos “¡Oh Señor, renueva la faz de la tierra!” Las Lamentaciones de Jeremías así enseñan: “El envió un fuego desde lo alto, lo hizo bajar hasta mis huesos” para instruirme (cf. Lm 1,13). La Iglesia comenta que el Padre de lo Alto, el Hijo, envían hoy en mis huesos, en los apóstoles, un fuego, el Espíritu Santo. Me instruye para que yo sepa y quiera. (…)
El Espíritu Santo da el saber y el querer. Presentemos lo que está en nuestras posibilidades y seremos templo del Espíritu Santo. ¡Recemos al Hijo de enviarlo a nosotros, Él que es bendito por los siglos. Amén! … Recemos con fervor, pidamos al Hijo de Dios enviar el Paracleto que nos hará conocerlo y amarlo, para llegar hasta Él.
San Antonio de Padua (1195-1231)
franciscano, doctor de la Iglesia
Domingo de Pentecostés (Une Parole évangélique, Franciscaines, 1995), trad. sc©evangelizo.org
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