[Santa Hildegarde presenta una visión en la que vicio y virtud se responden]
-Preocupaciones mundanas: “¿Qué preocupación mejor qué las del mundo? Si me arrodillara mucho, eso no me daría ni alimento ni vestimenta… Entonces, me procuraré todo lo que pueda adquirir pensando, hablando, trabajando, en tanto que viva sobre la tierra”.
-Aspiración a las cosas del cielo: “Dios nos procura lo que es necesario… nada crece sin su gracia. Busca a Dios en tu corazón. Yo, yo soy vida y verdor de todas las obras y la joya de todas las virtudes… Busco y deseo sólo lo que es santo, soy la cítara de la alegría. En todo, soy del Cielo”.
La preocupación por cosas del mundo posee un espíritu errante en las insignificancias, y que discute por todo, haciendo ruido. Los hombres que sufren de este vicio padecen de una gran agitación en cuerpo y alma, pero les gusta eso, como si fuera una gran calma. Lo que es reposo para otros, a ellos los agita, están inmersos en los cuidados y preocupaciones del mundo, como si estuvieran cómodamente en una pileta llena. Todos sus deseos tienden a los bienes mundanos y sólo se ocupan de ventajas temporarias y pasajeras. Que el creyente tome su carro y sus bueyes y pensando particularmente en Dios, ¡que siga los preceptos del Maestro y se ocupe de la tierra, sin olvidar el Cielo!
Santa Hildegarda de Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
El Libro de las Obras divinas, 6 (“Hildegarde de Bingen, Prophète et docteur pour le troisième millénaire”, Béatitudes, 2012), trad. sc©evangelizo.org
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