Señor, al comenzar este día elevamos nuestra voz y nuestro corazón para alabarte, porque Tú eres digno de toda la gloria y honor, Tu santo Nombre es admirable en toda la tierra.
Reconocemos Tu poder y Tu presencia viva, y Te ofrecemos no solo palabras, sino la entrega sincera de nuestra vida como sacrificio agradable ante Ti.
Haz de nuestro corazón Tu atrio santo, donde reine la adoración, la obediencia y la confianza filial.
Reina, Señor, sobre este día y sobre nuestras decisiones;
afirma nuestros pasos con Tu poder,
gobierna nuestro interior con Tu justicia
y ordena nuestro mundo con Tu verdad.
Que proclamemos con la vida que Tú reinas,
que Tu fidelidad sostiene el orbe
y que Tu juicio es recto y misericordioso.
Haznos testigos humildes de Tu gloria entre los pueblos, para que todo lo que hagamos anuncie Tu grandeza y conduzca a otros a reconocerte.
Que hoy y siempre vivamos de rodillas interiores ante Ti, no por temor, sino por amor,
y que cada instante sea un signo de Tu amor.
Amén.
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