Jesús, no quiero abandonarte, antes bien, deseo dar testimonio de ti a los hombres. Quiero darte a conocer a quienes no han oído hablar de ti. Sé que no será fácil, porque el mundo odia los que te pertenecemos, pero “Tú has vencido al mundo”, y con esa confianza, quiero aventurarme en el anuncio de tu Persona. Catholic.net
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jueves, 7 de abril de 2022

Abrahán vio mi día, y se llenó de alegría

Por su avanzada edad, Abrahán y su mujer eran ya incapaces de dar vida; en el cuerpo de los dos se había extinguido ya la juventud, pero su esperanza en Dios se mantenía viva; no desfallecía jamás, era indestructible.

Por eso Abrahán, contra toda esperanza, engendró a Isaac que fue una figura según el placer del Señor. En efecto, no era natural que el seno ya muerto de Sara pudiera concebir a Isaac y le alimentara con su leche; no era más que la Virgen María que, sin conocer varón, concibió al Salvador del mundo y lo dio a luz sin perder su integridad... El ángel, delante de la tienda, había dicho al patriarca: «El año próximo, en esta época, Sara tendrá un hijo» (Gn 18,14). También el ángel dijo a María: «La Llena-de-Gracia dará a luz un hijo» (Lc 1, 28.31). Sara, mirando al ángel, se rió pensando en su esterilidad (v. 12); sin creer a la palabra que se le anunciaba, exclamó: «¿Cómo Abrahán y yo podremos tener un hijo? ¡Los dos somos ya viejos!». María, pensando en la virginidad que quería conservar, dudaba; dijo: «¿Cómo será eso pues no conozco varón?» (Lc 1, 34). Ciertamente que la promesa era contra la naturaleza, pero aquel que contra toda esperanza había dado Isaac a Sara es verdaderamente el mismo que, según la carne, nació de la Virgen María.
Cuando, según la palabra de Dios, nació Isaac, Sara y Abrahán se llenaron de gozo. Cuando Jesús vino al mundo, tal como lo había anunciado el ángel Gabriel, María y José se llenaron de alegría... «¿Quien había de decir a Abrahán que Sara, a su edad, amamantaría a un hijo?» exclamaba la estéril. «¿Quién había de decir al mundo que de mi seno virginal alimentaría a un hijo con mi leche?» exclamaba María. De hecho, no es por causa de Isaac que Sara se puso a reír, sino a causa del que había de nacer de María; e igual que Juan Bautista manifestó su alegría saltando de gozo en el seno de su madre, Sara manifestó la suya, riéndose.

San Efrén (c. 306-373)
Diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Sobre Abrahán e Isaac,evangelizo.org

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